domingo, 21 de octubre de 2012

Caminar erguidos


Espero que me perdone este sapiens investigador que me descubrió junto a los restos de mi tribu en la Sima de los Huesos del yacimiento de Atapuerca, pero con el título quiero referirme al libro que acaba de publicar Juan Luis Arsuaga, El primer viaje de nuestra vida, y que presentará en la casa que ahora me alberga -el Museo de la Evolución Humana- el próximo 10 de octubre, a las 7 de la tarde, después de haberlo hecho ya el mes de setiembre en Madrid.
Como sabéis, los autores de habla inglesa –idioma que poco a poco estoy practicando gracias a Lucy-, cuando se refieren al paso del bebé a través del canal del parto utilizan la palabra Travel, es decir, viaje, igual el título del libro de mi descubridor: una travesía enormemente complicada.
Y es que este libro, extenso (432 páginas, Temas de hoy) y, sin duda, atractivo, ha sido como un parto para Juan Luis, según cuenta, pues ha pasado más de 30 años esperándolo, y de hecho fue el tema de su tesis doctoral, no os cuento lo feliz que estaba cuando durante este proceso se encontraron los fósiles de mi tribu, entre ella la pelvisElvis, la más completa del registro fósil, de la que ya os he hablado en este blog, y que en el asunto del paro es evidentemente clave.
Juan Luis cuando tiene una idea en la cabeza la persigue. Dice que este libro es la imagen de una exposición que el tiene ya planteda, pues os aseguro queridos sapiens, que la veréis. Para el codirector de Atapuerca la pelvis es un hueso que tiene una importancia clave en la evolución, tanto en la locomoción como en la disposición de los órganos sexuales, en el parto; y  un tema muy importante, aunque mi cráneo, el número 5, sea uno de los más importantes del mundo cuando los excavadores llegan a los yacimientos es muy difícil encontrarse con alguna pelvis, por lo que si una aparece es un éxito y eso pasó en la Sima.
Arsuaga considera el parto en los humanos como el efecto de dos presiones, la primera es la que ha supuesto caminar erguidos, lo que obliga casi a que los fémures se tengan que acercar entre sí; en la sala de los homínidos del Museo de la Evolución podéis contemplar esa evolución entre  nosotros. La otra presión es que vuestro cerebro sapiens es mucho más grande que por ejemplo el del Homo habilis. El mini sapiens (feto) tiene un cerebro al nacer que ya es como un chimpancé adulto, por lo que ya es muy grande para el canal del parto, y no le quede más remedio que salir. Bueno, pues esas dos presiones os convierten el parto en algo traumático.
En qué os diferenciáis vuestra especie de los animales al nacer. Pues que lo hacéis muy desprotegidos, pero en un entorno que , sin embargo, os protege, y que dónde los padres sapiens incluso se implican también en la crianza de la criatura, la mayoría, porque hay unos cuantos sapiens bastante desnaturalizados. Todo perfectamente organizado para que la cría salga adelante. Otros mamíferos, en cambio, ya andan casi al nacer, pero no tienen esos protectores.
Hay algunos autores que piensan que el desarrollo humano, por ser tan largo y tan lento, no se completa nunca, y que de adultos todavía sois algo infantiles, tanto físicamente como en el comportamiento, ya que mantenéis vuestra capacidad de explorar, de investigar, y de jugar toda la vida.
También Juan Luis Arsuaga habla de la morfología física, como que sea la vuestra la única especie en que los pechos abultados se convierten en rasgo sexual. Decía Lynn Margulis que el cuerpo de la mujer es equívoco, poco claro, y que enmascara y hace imposible que se conozca cuál es du ciclo de ovulación. Este hecho obliga al macho a estar siempre al lado de la hembra si quiere reproducirse, y da lugar a parejas estables. Es una estrategia que favorece la formación de familias, de grupos protectores para los hijos. Por cierto, los hombres tenéis un pene descomunal respecto a los demás primates, incluso el gorila.
Y una duda que todavía Arsuaga mantiene y se refiere a mis antepasados, e incluso a mi especie, que no voy a desvelar, por ahora. La placenta con sus calorías y hierro es muy apreciada por todos los simios. Los gorilas se la comen, y probablemente los ancestros de lo sapiens también lo hacían, al igual que antiguamente, las mujeres la enterraban en el jardín como algo sagrado.

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