domingo, 21 de junio de 2015

Sexo sí, pero no mecánico Para adentrarse en el tantra

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Cuando el sexo se vive sólo para liberar tensión a través del orgasmo, se pierden muchas sensaciones por el camino. El tantra permite cambiar el lenguaje para conseguir más y mejor placer.
Las mujeres tienen vagina, y los hombres, pene. Aunque nos dé cierto pudor hablar de ellos, es innegable que hemos nacido con genitales. Y por más que el sexo se haya condenado a lo largo de la historia, seguimos aquí gracias a nuestra necesidad y capacidad de practicarlo. No hay nada de malo en ello. Es un acto tan puro y natural como comer, dormir o respirar.
Si bien nuestro cuerpo jamás ha realizado ningún juicio moral sobre el sexo, nuestra mente todavía sigue contaminada por falsas creencias que limitan nuestra manera de disfrutar plenamente de nuestra sexualidad. Por más que nos cueste reconocer, en el inconsciente colectivo de la sociedad continúan reprimidos muchos sentimientos de vergüenza y culpabilidad.
"El tantra consiste en aprender a estar conectados con el cuerpo durante el acto sexual
"Guiarse para aprender el lenguaje del cuerpo y una complicidad basada en la ternura y el humor son las claves
Y dado que todo lo que reprimimos termina aflorando con más fuerza, formamos parte de una sociedad que nos bombardea continuamente con mensajes sexuales explícitos o subyacentes. Lo cierto es que muchos psicoterapeutas afirman que los pensamientos relacionados con el sexo se han instalado como okupasen nuestra cabeza. Prueba de ello es que la palabra sexo es, con diferencia, la más escrita en el buscador Google. Eso sí, en este caso la cantidad de estímulos que recibimos es inversamente proporcional a la calidad con la que lo practicamos.
MONOTONÍA EN LA CAMA
"Seguro que más de una vez te has preguntado: ¿Eso es todo? ¿El sexo se acaba aquí?" (Hari Dass)
Debido a nuestra falta de información y educación sexual, al convertirnos en adultos nos seguimos guiando por los hábitos mecánicos aprehendidos durante nuestra pubertad. Así, solemos meternos en la cama siguiendo una serie de rutinas monótonas, carentes de imaginación y creatividad. Por eso con el tiempo suele desaparecer la atracción sexual hacia nuestro compañero (o compañera) sentimental, llegando incluso a caer en el desinterés, la inercia y el aburrimiento. De ahí que muchos opten por cambiar frecuentemente de amante o demonizar la monogamia como filosofía de pareja.
Por más que esta conducta sea la habitual, tan sólo deviene cuando practicamos el sexo de forma mecánica e impulsiva, quedando atrapados por nuestra biología, cuya única finalidad es garantizar la reproducción de nuestra especie. Ésta es la razón por la que solemos establecer un mismo patrón de conducta sexual, marcado por la acumulación de excitación y la liberación de esta tensión a través del orgasmo.
Sin embargo, nuestra obsesión inconsciente por alcanzar el clímax es precisamente lo que nos impide disfrutar de todo nuestro potencial sexual. Para lograr una mayor profundidad y satisfacción en la cama no nos queda más remedio que trascender nuestra impulsividad animal. No en vano, más del 99,9% de nuestros encuentros sexuales no tienen como fin la reproducción, sino la búsqueda de placer, cariño e intimidad a través de la conexión sexual y amorosa con nuestro amante.
Precoces E IMPOTENCIA
"El sexo es el consuelo que a uno
le queda cuando no le alcanza
el amor" (Gabriel García Márquez)
Nuestros encuentros sexuales suelen estar regidos por la tiranía de lacoitocracia. Es decir, por el afán de que el pene se ponga erecto enseguida para poder penetrar la vagina. Tanto es así, que la mayoría creemos que hacer el amor es sinónimo de realizar el coito.
Y es precisamente esta creencia limitadora la responsable de la gran mayoría de disfunciones sexuales masculinas, como la impotencia o la eyaculación precoz, que hoy día limitan la vida sexual de millones de parejas en todo el mundo.
La reconocida experta en el campo de la sexualidad consciente, Diana Richardson, señala que "la impotencia aparece cuando el hombre se siente presionado o con miedo de no dar la talla ante su pareja". Por su parte, "la eyaculación precoz es aquella que se produce de un modo inesperado e incontrolable, mucho antes de que los dos amantes alcancen la mutua satisfacción". En ambos casos, y salvo en ocasiones excepcionales relacionadas con patologías médicas, "estas disfunciones se originan en la mente y no en el cuerpo".
una ALTERNATIVA
"Toda verdad pasa por tres etapas. Primero es ridiculizada, luego es violentamente rechazada y finalmente es aceptada como obvia" (Arthur Shopenhauer)
No importa el grado de compromiso ni de intimidad. Ni tampoco la orientación sexual. Cada vez más amantes y parejas occidentales, tanto heterosexuales como homosexuales, están apostando por transformar su forma de vivir la sexualidad, de manera que el amor y la pasión sexual se vuelvan verdaderamente sanos y sostenibles. Más allá de obtener placer, late la necesidad de recuperar el valor sagrado que implica fusionarse sexualmente con otro ser humano.
Prueba de esta necesidad emergente es el auge que están teniendo los cursos de tantra en nuestra sociedad. La palabra tantra significa "expansión", y se refiere a una serie de libros hindúes que describen ciertos ritos y disciplinas orientados a mejorar la profundidad y la intensidad de nuestros encuentros sexuales. Estos textos fueron escritos hace más de 2.000 años en forma de diálogo entre el dios Shiva y la diosa Shakti, que representan a lo masculino y a lo femenino.
QUEDAR PARA HACER EL AMOR
"Si no puedes relajarte con tu amante, ¿con quién podrás?" (Osho)
Entre otros pioneros que han estudiado, practicado y exportado esta filosofía oriental a Occidente destacan los profesores Charles y Carolina Muir. Para ellos, "el tantra parte de la premisa de que existen dos opuestos complementarios, la masculinidad (yang) y la feminidad (yin)". Pero estas designaciones van mucho más allá de la biología. "No importa si los amantes son heterosexuales u homosexuales. Lo que sí es necesario es que sean complementarios, es decir, que uno encarne la polaridad sexual masculina (vigorosidad, fuerza, iniciativa…), y el otro, la femenina (suavidad, delicadeza, receptividad…)".
De esta forma, el sexo podrá convertirse en el puente que permita que los dos amantes se fusionen, volviéndose uno. Y es precisamente la experiencia de esta unidad la que nos llena de dicha, renovando nuestra energía vital y potenciando el vínculo afectivo con nuestra pareja. Así, la práctica del tantra consiste en abandonar cualquier meta impuesta por la mente, aprendiendo a estar más conectados a nuestro cuerpo durante el acto sexual.
El tantra propone cambiar el lenguaje con el objetivo de sacralizar la unión entre la energía sexual masculina y la femenina, honrando y dignificando nuestra sexualidad. Por ejemplo, al pene lo denominalingam, que significa "vara de luz". Y a la vagina, yoni, que quiere decir "espacio sagrado".
A diferencia del sexo convencional, en el que se sobrevalora el impulso y la espontaneidad, el tantra anima a los amantes a preparar cuidadosamente sus encuentros sexuales. El primer paso es sacarle el polvo a nuestra imaginación y creatividad para convertir el dormitorio en un auténtico templo del amor.
El segundo aspecto a tener en cuenta es la duración del acto sexual. Más allá de los encuentros rápidos y fugaces, el tantra nos recuerda que el sexo amoroso y consciente requiere su propio espacio y tiempo. De hecho, lo concibe como un regalo que se hacen los amantes mutuamente. De ahí que los juegos preliminares sean esenciales. Sorprender a nuestra pareja con un masaje relajante puede ser un buen comienzo.
El tercer punto importante para practicar el tantra consiste en aprender a poner consciencia en la respiración. "Cuanto más corta y acelerada, más esclavos seremos de los impulsos que nos mueven a culminar el acto sexual por medio del orgasmo", explica el reconocido experto David Deida. En cambio, "cuanto más profunda y relajada, mayor será nuestro control y nuestra capacidad de disfrutar la inmensa gama de sensaciones que ofrece cada experiencia sexual".
AMAR CONSCIENTEMENTE
"La finalidad del tantra no es lograr el orgasmo, sino experimentar el éxtasis"
(Charles Muir)
"Con el entrenamiento adecuado, las parejas tántricas pueden hacer el amor durante horas". Eso sí, "para mantener la energía vital y sexual", Deida recomienda preparar bandejas con uvas, cerezas y otras frutas ligeras por el estilo, de manera que los amantes puedan hacer pausas, que a su vez permitirán al hombre "ejercer un mayor control sobre su eyaculación".
Para esta filosofía oriental, lo verdaderamente importante no es la cantidad, sino la calidad de nuestra sexualidad. Y para lograrlo, "la clave reside en la conexión amorosa que crean los amantes a través de su mirada (que se mantiene fija en los ojos), su comunicación (guiándose mutuamente para aprender el lenguaje de sus cuerpos) y, sobre todo, su complicidad, basada en la ternura, la dulzura y el humor", explica Deida.
En este sentido, "hemos de recordar que la excitación es un obstáculo para el verdadero disfrute, pues ésta nos enchufa a la mente, desconectándonos de nuestro cuerpo", sostiene la sexóloga Diane Richardson. En su opinión, "cuando hacemos el amor, a menudo nos dejamos llevar por la fantasía sexual; esto sucede porque no somos conscientes de lo que está ocurriendo en el momento presente. Nuestra atención no está en el aquí y ahora de nuestra pareja, sino que está entretenida en la creación de otro amante idealizado o de una situación imaginaria. En contraposición, la relajación es la puerta que nos conduce al éxtasis".
Cambiar la intencionalidad de nuestra vida sexual. Sin embargo, comprometernos con este aprendizaje puede unirnos todavía más con nuestra pareja. Al abandonar la idea de que tenemos que conseguir algo a través del sexo, nuestra experiencia adquiere una nueva sensibilidad y un nuevo ritmo, dos cualidades que permiten apreciar sensaciones y placeres que antes permanecían ocultos debido a un exceso de excitación. Lo mejor, no creernos nada y atrevernos a probarlo por nosotros mismos.

Para adentrarse en el tantra

1. LIBRO.
'Tantra, amor y sexo', de Diane Richardson (Gulaab). Un manual introductorio y práctico para redefinir conceptos como "sexo", "pareja" y "amor", y descubrir la dicha que nos proporciona vivir la sexualidad de forma consciente.

martes, 9 de junio de 2015

Pánico a la penetración

Pánico a la penetración

  • Las mujeres con vaginismo no tienen relaciones sexuales con coito

  • Tienen una fobia irracional al dolor en la relaciones completas

Cloe, como prefiere que la llamemos para este reportaje, no ha tenido nunca una relación sexual con penetración. Por su vida han pasado cuatro novios, y con el primero de ellos, a los 17 años, descubrió lo que era el sexo. Pero jamás ha practicado un coito. Tiene 28 años y le produce un enorme pavor que algo pueda entrar dentro de su vagina. Ni siquiera se ha puesto nunca un tampax.
"Mi vagina se cierra involuntariamente, es como si existiese un barrera. Tengo miedo a que me hagan daño, es igual que el miedo al dolor de la primera vez cuando te planteas tener relaciones sexuales completas. Yo sigo teniendo ese miedo. Un miedo convertido en fobia", confiesa Cloe a este periódico.
Lo suyo -después de algunos peregrinajes por las consultas de ginecología-, se llama vaginismo, una disfunción sexual femenina que en la actualidad sufre el 5% de las mujeres. Pero probablemente, la realidad hable de más casos. Según los expertos, hay mujeres que lo tienen y no lo saben, fundamentalmente porque se desconoce lo que es este problema.
"A las mujeres les produce mucho pudor y vergüenza contarlo, ni siquiera su círculo más íntimo de amigas lo saben, se sienten bichos raros", asegura la ginecóloga Francisca Molero, codirectora del Institut de Sexologia de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología.
"Yo no supe que tenía vagnismo hasta los 24 años, me daba pudor contárselo a mis amigas, sentía mucha vergüenza. Ni siquiera, antes de saberlo, pude contarles que nunca había tenido relaciones completas. Mentía, y ya está", admite Cloe.
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Es importante hacer una distinción entre vaginismo y dispareunia. Ambos son dos problemas sexuales femeninos donde el factor dolor está presente, pero con una importante diferencia: las mujeres con vaginismo nunca han tenido una relación sexual con penetración porque les produce miedo el hecho de pensar que pueda dolerles. Por el contrario, las mujeres con dispareunia sí han tenido relaciones sexuales con coito, pero la práctica les produce dolor. Es decir, sí pueden tener relaciones coitales, pero les produce dolor. En el vaginismo no pueden, porque es fundamentalmente, una fobia. Una fobia al dolor.

Miedo al dolor

"Es un miedo irracional basado, sobre todo, en el desconocimiento del propio cuerpo", argumenta Molero. El cuerpo se pone en una situación de defensa sólo por el hecho de pensarlo. Sin embargo, ellas quieren hacerlo, pero cuando lo intentan, el cuerpo se bloquea y la vagina se contrae.
"Yo lo he intentado varias veces, pero no ha habido forma, mi vagina se cierra involuntariamente. Quiero tener sexo con coito pero mi cuerpo se niega, el miedo te puede, al igual que lo hace en cualquier otra fobia", afirma Cloe.
Blanca Rovira, psicóloga, sexóloga y directora del Centro de Sexología Sabadell, tiene una amplia experiencia con chicas con vaginismo. Entre sus pacientes, realizó una encuesta para contabilizar cuáles eran las causas más comunes de esta disfunción. Los resultados en una muestra de 184 encuestadas fueron los siguientes: el 56%, por miedo al dolor; el 15%, por problemas ginecológicos, como puede ser un himen hipertrófico o alteraciones inflamatorias; el 10%, por haber tenido experiencias negativas en sus primeras relaciones sexuales (sin coito); el 7%, por miedo al embarazo y el 3%, por miedo a perder el control.
La característica principal de personalidad de las chicas con este problema es el perfecccionismo. Suelen ser chicas muy perfeccionistas, muy controladoras, con un nivel cultural bastante alto y son excesivamente responsables. Normalmente, la edad media de las chicas que vienen a la consulta de sexología para tratar el tema es a partir de los 30 años. "Cuando quieren empezar a ser madres, fundamentalmente", matiza Rovira. Pero se encuentran también mujeres adultas, rozando incluso los 60.

Mucho desconocimiento

Realmente, las relaciones sexuales de estas mujeres suelen ser muy satisfactorias, pues tienen cualquier tipo de sexo. Todo, menos la práctica del coito. "No suele haber problema de relación de pareja", afirma Molero. Pero las mujeres, a pesar de todo, tienen un gran sufrimiento: saben que algo raro les pasa, que no es normal, pero no saben lo que es ni mucho menos a dónde acudir.
El miedo a lo desconocido fue uno de los protagonistas indiscutibles en la vida de Cloe. Así lo cuenta ella: "En mi caso, no he tenido problemas con las relaciones. En mi primera relación sexual con 17 años, le dije a mi novio que no estaba preparada para hacerlo, tenía miedo, creía que iba a dolerme mucho. Pero supuse que era normal. En mi segunda relación, ya en la facultad, vi que seguía con miedo, y eso me produjo mucho malestar, porque vi que ese miedo ya no era tan normal. Iba retrasada con respecto a mis amigas y me daba mucha vergüenza contarlo. En mis siguientes relaciones, cuando ya sabía que tenía vaginismo, [se enteró a los 24 años] hablé del problema, pero es en la actualidad cuando me siento más segura. Estoy yendo a consulta para tratar el problema e incluso mi pareja me acompaña. Ahora sabemos ambos que se puede tratar".
Existe un gran desconocimiento sobre esta disfunción, pero "no sólo por parte de la sociedad sino también por muchos profesionales, incluso dentro de la ginecología", afirma Rovira. Por este motivo, hace tiempo creó un foro sobre vaginismo: "Para que las chicas pudieran hablar abiertamente sobre ello", afirma. Tal es el desconocimiento que, un día, una de sus pacientes le contó la charla que había tenido con su ginecólogo. Le había contado al médico su problema: que nunca había tenido una penetración porque tenía pánico al dolor que pudiera producirle y la contestación del facultativo fue, cuanto menos, curiosa: "¿Y tu chico aún no te ha dejado? Tienes un gran problema, esto es de psiquiátrico".
Reciben a veces un trato muy vejatorio por parte de, afortunadamente, pocos profesionales, admite Rovira, porque existe mucho desconocimiento sobre el tema. Por eso, "es fundamental darle visibilidad, porque seguramente haya muchas mujeres que no sepan el nombre de su problema. Y tienen que saber que esto tiene solución", asegura. Es importante, además, la educación en valores. No deben existir tantos temas tabú en cuanto al sexo, porque luego pasan esta serie de cosas: Que hay mujeres que tienen un problema y no se dan cuenta hasta que lo buscan en internet o dan con el especialista adecuado. O bien porque al fin se atreven a contárselo a su médico.
En el caso de Cloe, la educación que recibió le pasó factura: "Yo me crié con unos valores muy conservadores, me ha costado mucho hablar de sexo. Existe todavía una doble moral que hace mucho daño: a todo el mundo le gusta el sexo, sin embargo, se habla muy poco sobre ello y cuando se hace, existen aún muchos prejuicios".

¿Cómo se trata?

El tratamiento para este tipo de disfunción es parecido al que se utiliza ante cualquier otra fobia. Molero, en sus consultas, utiliza un esquema de desensibilización: exponerse de forma progresiva al problema. En primer lugar, explica la doctora, es fundamental trabajar la vagina: con información, ejercicios de contracción y, por último, se realiza una exploración y exposición progresiva.
"Es importante que la pareja venga a la segunda sesión de la terapia, para que también se sienta tranquila", afirma Molero. De hecho, la pareja de Cloe acudió a la consulta y ambos pudieron entender mejor el problema. Se trata sólo de trabajo.
Cloe sigue en tratamiento, poco a poco va viendo luz al final del túnel, y ahora sabe que, al menos, su vagina sí puede relajarse. "Todavía no soy capaz de tener relaciones plenas, pero en terapia sí he conseguido grandes logros con mi vagina. Hay momentos de rabia y desesperación pero estoy trabajando en ello. No puedes compararte con nadie, cada persona es un mundo, y tienes que tener confianza, y sobre todo, esperanza".

Influida por su Entorno


¿Es la mujer menos sexual que el hombre? 10 claves para entenderlo

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Bastó con darle permiso para vivir su sexualidad cómo y con quien le apeteciese para que la mujer hiciese del placer genio y figura. Esto ocurrió el día en que pudo contar, sin miedo al escándalo, que le basta entre dos y cuatro minutos para llegar al clímax, que se masturba casi a diario o que se excita más rápidamente y con mayor intensidad que el promedio de los hombres.
Y una vez que estalla la barahúnda, no le importa ya mostrarse como una mujer muy sexual que, según nos relata el psicólogo Santiago Frago, director del centro sexológico Amaltea, utiliza un repertorio asombroso de estrategias para seducir y disfrutar. Descubrimos que, ante un estímulo erótico, responde tan rápido como un hombre: en 10 segundos. Y resulta que casi la mitad de las mujeres son multiorgásmicas y que un 30% usa la masturbación como el más eficaz de los ansiolíticos cuando quiere aliviar algún dolor o conciliar mejor el sueño.
Roto, casi definitivamente, el candado del pudor, se atreve a hablar por fin de sexualidad y lo hace de manera muy explícita. Sus palabras delatan que su juego erótico está mucho más desarrollado. Y, por una vez, los años favorecen a la mujer. "Las chicas jóvenes tienen mucha fuerza, ilusión y ganas de enamoramiento, pero el auténtico deseo va tomando fuerza a partir de los 35 y desde ahí su nivel erótico va 'in crescendo'", explica Frago, quien no pasa por alto la confusión que crea al hombre la mujer sexual: "Se asusta porque no sabe cómo será su respuesta sexual ante una amante que ha tomado la iniciativa con tal fuerza erótica".
¿Qué está pasando? ¿No era el hombre el que tenía una sexualidad más ruidosa y pensaba en sexo unas 7.200 veces por día? Para empezar, conviene aclarar que un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Ohio se tomó la molestia de computar sus pensamientos sexuales y moderó la cifra bastante: 19 veces por día. Hubo, no obstante, algún voluntario que llegó a 388 pensamientos.
Quizás deberíamos empezar a invertir frases como "el hombre necesita sexo, la mujer cariño". Raymond Rosen, investigador del New England Research Institute, detectó que el abrazo es uno de los mejores indicadores para predecir la felicidad masculina en su relación de pareja. Para la mujer lo es la satisfacción sexual. El hombre busca en sus encuentros sexuales el acercamiento a su pareja y un grado mayor de intimidad con ella. Y esto precisamente acrecienta su deseo sexual.
Gloria Arancibia, psicóloga y autora de 'Placer y sexo en la mujer', concluye que pensar que la mujer es menos sexual que el hombre es una idea errónea: "El deseo está presente en el ser humano, con más o menos intensidad, pero independientemente de que uno sea hombre o mujer". ¿Qué ha llevado entonces a subestimar la sexualidad femenina? La psicóloga menciona algunas de las causas:
  1. El peso del coito. Se le ha infundido una sexualidad dolorosa y cargada de vergüenza, culpa o miedo ante el riesgo de infecciones y embarazos. Esto le ha provocado que considere el sexo una fuente de malestar e insatisfacción que le aboca a la desgana o a la renuncia del placer.
  2. Una mordaza para el placer. Nunca se le permitió expresar su deseo. Como consecuencia, su silencio ha supuesto un grave perjuicio para la relación de pareja.
  3. La cultura le ha negado estímulos eróticos. La pornografía, la publicidad más sugerente, los juguetes eróticos... todo está diseñado para excitar al hombre.
  4. Mercadotecnia masculina. Se ha cosificado el cuerpo de la mujer. Ha aprendido a ser deseada, pero no a desear o a conectar con su propio deseo.
  5. Discursos masculinos. El hombre contabiliza sus conquistas. La mujer las oculta. Y se la juzga desde los extremos: castidad y pureza o inmoralidad total.
  6. Confusión: Sexualidad igual a reproducción, como si esta fuese el único fin, algo que ha sucedido durante muchas generaciones.
  7. Desconocimiento. Al contrario que el hombre, anatómicamente le resulta más complicado acceder a sus genitales. No se le ha enseñado a formarse una visión de sus genitales como zonas erógenas, sino como motivo de problemas.
  8. Necesidad de alimentar el ego masculino, aunque el 60% quede insatisfecha. Solo ahora su sexualidad empieza a pertenecerle y se deja llevar por sus sensaciones.
  9. Acto estrictamente genital. Para sentir placer, la mujer necesita poner en juego sus sentidos y desarrollar un arte de amar. ¿Cuántos encuentros sexuales terminan en el orgasmo masculino y su eyaculación? Ella piensa que el erotismo empieza en el café de la mañana y ya no acaba. Tradicionalmente, para el hombre ha empezado y terminado en la cama.
  10. Excelente coartada masculina. Esgrimiendo razones biológicas y culturales, se han querido justificar comportamientos de abuso en la pareja. Ni siquiera sus niveles de testosterona disculparía actitudes derivadas de un supuesto incansable deseo sexual.