sábado, 28 de diciembre de 2013

Neira la SINCERIDAD


LICENCIADA EN CIENCIAS POLÍTICAS, ESCRITORA, DIVULGADORA Y PROSTITUTA.
MONTSERRAT NEIRA TIENE
!
AÑOS, VIVE EN UN APARTAMENTO EN BARCELONA Y
DEFIENDE LA NORMALIZACIÓN DE UNA ACTIVIDAD SIEMPRE EN TELA DE JUICIO.
Por
QUINO PETIT.
Fotografía de
JORDI ADRIÀ
“SOY PROSTITUTA DE CLASE MEDIA”
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2
3/05/2012 18:35:39
O.J.D.:
E.G.M.:
Tarifa:
Fecha:
Sección:
Páginas:
531352
2004000
420672 €
03/06/2012
REVISTA
54-59,61-62
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACION A DISTANCIA, UNED
LICENCIADA EN CIENCIAS POLÍTICAS, ESCRITORA, DIVULGADORA Y PROSTITUTA.
MONTSERRAT NEIRA TIENE
!
AÑOS, VIVE EN UN APARTAMENTO EN BARCELONA Y
DEFIENDE LA NORMALIZACIÓN DE UNA ACTIVIDAD SIEMPRE EN TELA DE JUICIO.
Por
QUINO PETIT.
Fotografía de
JORDI ADRIÀ
“SOY PROSTITUTA DE CLASE MEDIA”
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACION A DISTANCIA, UNED
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sta historia tuvo que hacerse en
dos partes. Antes y después de
que la protagonista prestara
servicio a un cliente. Montserrat
Neira acabó derrumbándose tras un día en-
tero rememorando su infancia ausente de
cariño, la violación que sufrió siendo una
niña, su ambivalente relación con el sexo y
las contradicciones de su o&
cio de prostitu-
ta. Así es como ella de&
ne lo que hace: un
o&
cio, un trabajo, una actividad.
La jornada comenzó con una cita a las
once de la mañana en su piso del distrito
barcelonés de Sants-Les Corts, enclavado
en una avenida que cruza un barrio normal
y corriente, vecino del Camp Nou. Montse-
rrat recibe en la puerta de su casa. Viste
leg-
gings
negros, botas de piel y vestido oscuro,
todo de Zara. “Yo no voy de putón verbe-
nero ni de Chanel”, aclara. Lleva el cabello
rubio teñido y luce una manicura impeca-
ble. Mantiene una presencia imponente y
un maduro atractivo de 52 años. Su voz es
delicada y narcotizante. La idea era pasar el
día entero con ella. Conversar, tomar fotos,
seguir charlando... Pero se impone la cruda
realidad. “A las cinco tengo un cliente, a ver
cómo nos apañamos”. Nos apañaremos.
Cuando suena el teléfono, sus planes
pueden cambiar de inmediato. Pero sus
días suelen pasar plácidamente en este piso
de 75 metros cuadrados con una amplia te-
rraza. Un enorme y confortable sofá rojo
preside el salón. Aquí es donde Montserrat
ofrece una copa a sus clientes. A tal &
n con-
serva un par de botellas de cava tamaño
benjamín en la nevera, junto a un paquete
de chuletas de Sajonia. A la espalda del sofá
del salón, una enorme estantería guarda la
vida entera de la dueña del apartamento.
Varios ejemplares de la sesuda revista
Polí-
tica Exterior
conviven con la orla que re-
cuerda su paso por la Facultad de Ciencias
Políticas de la Universidad Autónoma de
Barcelona, los manuales de la carrera, vini-
los
poperos,
discos de música clásica y li-
bros de Julio Verne. Tan solo unos metros
separan la estantería llena de novelas y en-
sayos como
La historia de la sexualidad,
de
Michel Foucault, o
La ética protestante,
de
Max Weber, del dormitorio donde ofrece
servicios sexuales a cambio de dinero. So-
bre la cama reposa un
pack de bienvenida
metido en una cesta que incluye toalla, za-
patillas de hotel y sábanas de usar y tirar. El
único elemento inopinadamente infantil
en esta habitación es un dibujo de la ratita
Minnie, su personaje preferido de Walt Dis-
ney. Un cliente la esbozó para Montserrat.
!"#$%& ($" !$! )"*+,-!
saben perfecta-
mente a qué se dedica. Así lo atestigua Mar,
ama de casa de 42 años y habitante en la ter-
cera planta del mismo edi&
cio. Mar ha leído
el libro donde su vecina ha contado su peri-
pecia vital, recientemente publicado por
Plataforma Editorial. Lo único que no ha
terminado de convencerle es el título de
esta obra autobiográ&
ca:
Una mala mujer.
Pero es lo que hay. Montserrat Neira lleva
muchos años lidiando con el estigma de la
prostitución. Un día se hartó de tener solo
un nombre de guerra. Fue entonces cuando
Marien abrió paso a Montserrat, una licen-
ciada en Ciencias Políticas que intenta
comprender la compleja realidad que lle-
van aparejados sus quehaceres de prostitu-
ta. Pero muchos siempre la verán así:
Una
56
EL PAÍS SEMANAL
“SOY PROSTITUTA DE CLASE MEDIA”
“NOS TR ATAN
COMO SI NO
TUVIÉR AMOS
CAPACIDAD
DE PENSAR O
DECIDIR”
RUTINA DIARIA.
Montserrat Neira reparte su
tiempo entre el estudio y la
lectura, las compras del día y
los clientes que reclaman
sus servicios de prostituta.
Cobra 200 euros la hora.
“Con cinco servicios al mes no
necesito trabajar más”.
E
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sta historia tuvo que hacerse en
dos partes. Antes y después de
que la protagonista prestara
servicio a un cliente. Montserrat
Neira acabó derrumbándose tras un día en-
tero rememorando su infancia ausente de
cariño, la violación que sufrió siendo una
niña, su ambivalente relación con el sexo y
las contradicciones de su o&
cio de prostitu-
ta. Así es como ella de&
ne lo que hace: un
o&
cio, un trabajo, una actividad.
La jornada comenzó con una cita a las
once de la mañana en su piso del distrito
barcelonés de Sants-Les Corts, enclavado
en una avenida que cruza un barrio normal
y corriente, vecino del Camp Nou. Montse-
rrat recibe en la puerta de su casa. Viste
leg-
gings
negros, botas de piel y vestido oscuro,
todo de Zara. “Yo no voy de putón verbe-
nero ni de Chanel”, aclara. Lleva el cabello
rubio teñido y luce una manicura impeca-
ble. Mantiene una presencia imponente y
un maduro atractivo de 52 años. Su voz es
delicada y narcotizante. La idea era pasar el
día entero con ella. Conversar, tomar fotos,
seguir charlando... Pero se impone la cruda
realidad. “A las cinco tengo un cliente, a ver
cómo nos apañamos”. Nos apañaremos.
Cuando suena el teléfono, sus planes
pueden cambiar de inmediato. Pero sus
días suelen pasar plácidamente en este piso
de 75 metros cuadrados con una amplia te-
rraza. Un enorme y confortable sofá rojo
preside el salón. Aquí es donde Montserrat
ofrece una copa a sus clientes. A tal &
n con-
serva un par de botellas de cava tamaño
benjamín en la nevera, junto a un paquete
de chuletas de Sajonia. A la espalda del sofá
del salón, una enorme estantería guarda la
vida entera de la dueña del apartamento.
Varios ejemplares de la sesuda revista
Polí-
tica Exterior
c
onviven con la orla que re-
cuerda su paso por la Facultad de Ciencias
Políticas de la Universidad Autónoma de
Barcelona, los manuales de la carrera, vini-
los
poperos,
discos de música clásica y li-
bros de Julio Verne. Tan solo unos metros
separan la estantería llena de novelas y en-
sayos como
La historia de la sexualidad,
de
Michel Foucault, o
La ética protestante,
de
Max Weber, del dormitorio donde ofrece
servicios sexuales a cambio de dinero. So-
bre la cama reposa un
pack de bienvenida
metido en una cesta que incluye toalla, za-
patillas de hotel y sábanas de usar y tirar. El
único elemento inopinadamente infantil
en esta habitación es un dibujo de la ratita
Minnie, su personaje preferido de Walt Dis-
ney. Un cliente la esbozó para Montserrat.
!"#$%& ($" !$! )"*+,-!
saben perfecta-
mente a qué se dedica. Así lo atestigua Mar,
ama de casa de 42 años y habitante en la ter-
cera planta del mismo edi&
cio. Mar ha leído
el libro donde su vecina ha contado su peri-
pecia vital, recientemente publicado por
Plataforma Editorial. Lo único que no ha
terminado de convencerle es el título de
esta obra autobiográ&
ca:
Una mala mujer.
Pero es lo que hay. Montserrat Neira lleva
muchos años lidiando con el estigma de la
prostitución. Un día se hartó de tener solo
un nombre de guerra. Fue entonces cuando
Marien abrió paso a Montserrat, una licen-
ciada en Ciencias Políticas que intenta
comprender la compleja realidad que lle-
van aparejados sus quehaceres de prostitu-
ta. Pero muchos siempre la verán así:
Una
56
EL PAÍS SEMANAL
“SOY PROSTITUTA DE CLASE MEDIA”
“NOS TR ATAN
COMO SI NO
TUVIÉR AMOS
CAPACIDAD
DE PENSAR O
DECIDIR”
RUTINA DIARIA.
Montserrat Neira reparte su
tiempo entre el estudio y la
lectura, las compras del día y
los clientes que reclaman
sus servicios de prostituta.
Cobra 200 euros la hora.
“Con cinco servicios al mes no
necesito trabajar más”.
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACION A DISTANCIA, UNED
mala mujer.
Incluso sus propios clientes. El
resto del tiempo que no dedica a ofrecer
sexo a cambio de dinero lo emplea en ges-
tionar su blog
(prostitucion-visionobjetiva.
blogspot.com.es),
ordenar y limpiar la casa,
leer y estudiar (tras licenciarse en Ciencias
Políticas, intenta culminar un máster por la
UNED), así como en otras actividades más
ociosas y tan corrientes como ejercitarse en
el gimnasio e ir a la compra o al cine. Por
experiencia propia y ajena, cree que la crisis
y el fenómeno migratorio han contribuido
a un descenso generalizado de precios en la
prostitución. “Meterse ahora a puta no es
nada recomendable”.
Ella ha conocido todos los estamentos
de este campo, salvo la prostitución de calle.
Empezó en pisos, pasó por clubes y otros es-
pacios, pero terminó independizándose a
mediados de los noventa. En la actualidad
presta servicios por 200 euros la hora. “Ni soy
barata ni de lujo. Gracias a los estudios uni-
versitarios me convertí en prostituta de clase
media. La licenciatura me permitió subir la
tarifa de 120 euros a 200. Hoy, con cinco ser-
vicios al mes para cubrir mis gastos, pagar el
régimen de autónomos y mi plan de pensio-
nes, no necesito trabajar más”.
!"#!$%!&!$%! !$"()!*+
una manifesta-
ción de prostitutas en las calles de Barcelona
en protesta por la ordenanza municipal que
prevé multas para ellas y sus clientes impul-
sando la prohibición total de la prostitución
callejera. Neira lamentó aquel día que no se
les escuche a ellas. “Se nos trata como si no
tuviéramos capacidad de pensar o decidir”.
Su aspiración es que se persiga con mayor
contundencia a las redes de explotación
sexual y que aumenten las posibilidades de
formación para las mujeres que decidan
cambiar de vida. Pero este debate parece en
un túnel sin salida. La prostitución en Espa-
ña despierta sensibilidades encontradas y
supone una patata caliente para cualquier
gobernante. Ni PP ni PSOE se han atrevido
a abolirla ni a regularla. El trá'
co de muje-
res es un delito; la prostitución es alegal. Ni
regulada ni prohibida. En el Congreso se ha
debatido y rechazado regular la prostitución
como un trabajo. Algunos pueblos y ciuda-
des han incluido en sus ordenanzas munici-
pales la prohibición de ofrecimiento de ser-
vicios sexuales de pago en la calle y multas
a los clientes. La prostitución de hoy no es
la misma que cuando Montserrat Neira co-
menzó a ejercerla hace dos decenios.
El trá'
co de mujeres y el riesgo real de
explotación se han convertido en objetivos
prioritarios de autoridades y Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad. El volumen de este
negocio clandestino resulta extremada-
58
EL PAÍS SEMANAL
“NI SOY BAR ATA
NI DE LUJO. LA
LICENCIATUR A
UNIVERSITARIA
ME PERMITIÓ
SUBIR LA TARIFA
A
!!
EUROS”
EL SOFÁ ROJO.
En este sofá de su apartamento,
Montserrat Neira estudió la carrera
de Ciencias Políticas. Entre cliente
y cliente. A ellos también les ofrece
una copa en el mismo sofá.
mente difícil de establecer. La controverti-
da actuación institucional sobre esta reali-
dad permite que un gran negocio lleve años
*
oreciendo al margen de la ley, generando
sustanciosos beneficios para los explota-
dores sexuales. Esta explotación es la forma
de trata de personas detectada con más fre-
cuencia, según las Naciones Unidas, con-
formando el 80% de los cuatro millones de
víctimas anuales de trata en el mundo. La
policía detectó en 2009 a 1.301 mujeres
obligadas a prostituirse en España. Fue la
primera ocasión en que las autoridades re-
*
ejaron un dato sobre mujeres tra'
cadas o
explotadas sexualmente. Repetidas estima-
ciones llevan años arrojando que alrededor
de medio millón de mujeres ejercen la pros-
titución a nivel nacional, pero todos los da-
tos al respecto son difusos.
“Hay algo que
quiero dejar claro”, dice Montserrat. “Una
cosa es la prostitución, el intercambio libre
de sexo a cambio de dinero, y otra muy dis-
tinta la explotación sexual de mujeres, un
delito que debe perseguirse”.
Presos de tantas contradicciones, sali-
mos del apartamento en busca de un sitio
para almorzar. Llegamos al restaurante de
un hotel y empezamos a hablar del hijo de
Montserrat, un joven de 31 años que sabe
perfectamente a lo que se dedica su madre.
Ella pre'
rió contárselo antes de que lo su-
piera por terceras personas.
¿Cómo se lo contó?
Él todavía no había cum-
plido los 18. Primero le dije que yo tenía no-
vios muy ricos que me hacían regalos. Des-
pués le conté que todo lo que teníamos se
debía a que yo me relacionaba con hom-
bres que me pagaban por tener compañía
y placeres sexuales. Él contestó enfadado:
“¡Les sacas la pasta a los tíos! ¡Lagarta!”. Le
res
pondí: “Sí, puta, pero no les saco el dine-
ro, no los enredo”. Esto le costó entenderlo.
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¿Podría decirse que a usted le gusta su tra-
bajo?
Sí. Sin duda, mis condiciones son pri-
vilegiadas. Pero sobre todo empecé a disfru-
tar cuando decidí que nadie iba a juzgarme
por lo que estaba haciendo. Lo barrunté
cuando entré en la Universidad y tenía que
dar explicaciones. Inicié los estudios con 40
años y estaba en clase con chavales de 18,
19 y 20. Todos querían saber qué hacía una
señora como yo estudiando. Me liberé del
todo cuando empecé a hablar con naturali-
dad de mi trabajo como tú hablas del tuyo.
¿Qué contestaría a aquellas mujeres que en
unas jornadas abolicionistas le dijeron
que usted había sufrido la violencia extre-
ma de los hombres como mujer maltrata-
da?
Ya no les digo nada. No voy a obligar a
nadie a que opine como yo. Me las creería
más si tuvieran en cuenta que también hay
hombres, inmigrantes ilegales, que están
practicando la prostitución con otros hom-
bres y hacen felaciones a 10 euros para dar
de comer a sus hijos en su país. Tampoco
están haciendo nada por las alternativas
para mujeres que quieren dejar la prostitu-
ción. Esas alternativas son trabajos vincula-
dos directamente a la mujer: atención a
personas mayores, servicio doméstico, ca-
jera de súper... Mejor sería proporcionarles
una formación profesional. No se les está
dando una oportunidad acorde con el dis-
curso de igualdad de oportunidades.
Si mira atrás, ¿se arrepiente de ser prosti-
tuta?
No. Se lo debo todo a esta actividad. Es
lo único que me ha dado oportunidades para
sobrevivir. Eso que dice el artículo 35 de la
Constitución... Todos los españoles tienen el
derecho al trabajo... a una remuneración su-
' c i e n t e p a r a s a t i s f a c e r s u s n e c e s i d a d e s y l a s
de su familia... Todo eso me lo ha dado la
prostitución, no los otros trabajos que tuve.
Montserrat interrumpe la conversación. Tie-
ne un cliente a las cinco. El periodista perma-
n e c e f r e n t e a l e d i '
cio de su vivienda, junto a
la cristalera de un bar desde donde se divisa
el portal, a tan solo un paso de cebra de dis-
tancia. El cliente llega a las cinco en punto.
Es un hombre orondo, con barba canosa,
vestido con pantalón gris, chambergo azul
marino y tocado con gorra campera. Saldrá
una hora más tarde por la misma puerta que
entró y se largará en un taxi. Suena el móvil.
Es Montserrat. “Ya he terminado. Dame cin-
co minutos para ducharme”. Abre de nuevo
la puerta de su casa. Se ha cambiado de ves-
tido y lleva unos taconazos negros que la
convierten en una mujer interminable.
¿Qué tal con el cliente?
Demasiado normal.
Lo que más abunda es estar una hora ha-
blando y cinco minutos de sexo.
¿Qué le gustaría haber sido en el caso de
no ser prostituta?
Nunca me lo he podido
plan
tear. Me gustaba mucho dibujar. Si no
me hubieran cortado esa creatividad en
casa... Fue muy frustrante. Ese es el único
dibujo que guardo de mi infancia [señala
hacia un payaso triste colgado en la pared
del salón].
¿Cómo son sus clientes?
Con las tarifas que
tengo ahora, de clase media-alta. La mayo-
ría son profesores de Universidad.
¿Por qué cree que vienen a buscarla?
Su-
pongo que por lo que explico en el blog. Lo
que ofrezco es diferente a lo que dicen to-
das. Pero también tengo médicos, aboga-
dos, notarios... Lo que más buscan es cari-
ño y mimos.
“¿Cuántas mujeres tendrían relaciones se
-
xuales con un hombre con la piel quemada,
o que no tenga piernas, o con parálisis ce-
rebral?”, pregunta usted en su libro. Usted,
como prostituta, sí lo ha hecho.
Así es. Si
estas personas no están contigo, no estarán
con ninguna otra mujer. Me ha dado mu-
cha satisfacción ver su agradecimiento. Y
que son felices.
¿Disfruta usted con el sexo?
Mantengo una
postura ambivalente. Ejercer la prostitu-
ción me ha liberado sexualmente. Mi pri-
mer orgasmo de sexo oral lo tuve con un
cliente. Eso lo piden mucho. Les encanta.
Aunque solo sea por el puro egoísmo de ha-
cer correrse a una puta. Yo me dejo ir, y si
no llega, ' njo. Pero aquella primera vez me
sentí hasta avergonzada de tener un orgas-
mo con un cliente.
¿Le ha pasado esto a menudo?
Sobre todo
con los clientes '
jos. Ya nos conocemos y
saben cómo tratarme. Ahora no tengo pa-
reja. Mi sexo está con los clientes. Soy una
persona abierta y me gusta empaparme de
61
EL PAÍS SEMANAL
“SOY PROSTITUTA DE CLASE MEDIA”
¿Con el tiempo ha llegado a aceptarlo?
Cla-
ro. A veces viene a mi piso cuando estoy con
alguien en la habitación. Así los clientes ven
que no estoy sola. Al poco de contárselo
todo, él empezó a tener empleos muy duros.
En alguno le enseñaron a robar a la cliente-
la, como me pasó a mí cuando tuve mis pri-
meros trabajos de dependienta. Se dio
cuenta de lo duro que era todo y empezó a
entender...
¿Cómo empezó todo? ¿Cómo era aquella
niña Montserrat recién llegada a Barcelo-
na, hija de emigrantes gallegos?
Muy cu-
riosa. Como no era feliz, me montaba mis
propias películas.
A su madre no le guarda cariño, tan solo
pena.
El concepto de cariño no lo tuve. He
sido consciente ya de adulta. No sentía
nada por ella, pero nunca me había cuestio-
nado por qué. Me daba pena verla sufrir.
Con mi padre sufrió mucho, le pegaba cada
paliza... Me daba pena de mi madre, pero
nunca he sentido cariño hacia ella. Jamás
me dio un beso.
Verla trabajar tanto y no lo grar salir de la
miseria fue, según cuenta en su libro, una
de las razones que le llevaron a prostituir-
se.
Exacto: proyectarme y verme como mi
madre, trabajando toda la vida como una
burra para apenas cubrir lo básico.
En aquel hogar familiar no había amor,
pero sí moral católica...
Apostólica y roma-
na. Nos asustaban con eso de ir al in'
erno.
Esa moral católica le persiguió. Pensaba
que muchos de los sucesos de su vida llega-
ban por castigo divino. Como la violación
que sufrió con 12 años a manos de unos cha-
vales durante una noche en la que salió a
comprar vino para su padre. ¿Por qué no
contó nada sobre aquello al regresar a
casa?
Nunca había podido hablar con mis
padres para contarles nada. Tenía miedo
de que me riñeran ante mis inquietudes. ¡Y
eso que lo que me sucedió fue porque él me
mandó a comprar vino de noche para em-
borracharse! Lo pasé muy mal, pero no le di
muchas vueltas. Todo mi entorno era duro.
Luego no quise estudiar, así que me lleva-
ron al mercado. No llegué a acabar octavo
de EGB. De los 13 a los 17 tuve varios traba-
jos. A los 17 me casé siendo virgen y me
quedé embarazada de mi hijo. Su padre no
quiso saber nada de él y no llegó a conocer-
lo. Me quedé sola con el niño. Yo pensaba
que tiraría hacia delante muy bien.
Se sintió prostituta por primera vez cuando
cedió ante el acoso de su jefe en el mercado
central de L’Hospitalet. Él estaba casado y
a usted no le gustaba. Pero no tenía estu-
dios y le asediaba el miedo a perder el em-
pleo.
Si no hubiera sido por ese miedo, ja-
más habría tenido relaciones con él. Eso sí
que es ser puta. Ahora cuando me viene un
cliente intento buscar algo que me atraiga, y
lo encuentro. Todos tenemos algo especial.
¿Nunca repudió a ningún cliente?
Sí, pero
en tal caso me he negado a estar con ellos.
¿Se considera privilegiada en ese sentido?
Muchas prostitutas no pueden elegir a sus
clientes.
Poder pueden todas. Aquí entra el
carácter...
En manos de una red de trata no debe de
haber opciones para elegir.
Pero es que la
trata no es prostitución, es violación. Prosti-
tución es ofrecer libremente sexo a cambio
de dinero. En el momento que te amenazan
hay un delito por medio y deja de haber
prostitución. Yo cerraría todos los prostíbu-
los precisamente para que no se den casos
de abusos. De igual modo, no se puede ha-
blar de prostitución infantil: son niños y ni-
ñas violadas. Yo hablo siempre de prostitu-
ción en condiciones voluntarias, con todas
las comillas que se le quieran poner a la pa-
labra
voluntaria.
La única cabida que tiene
la prostitución es por cuenta propia o por
cooperativas, no por cuenta ajena.
¿Existe voluntariedad cuando se ejerce en
la calle en malas condiciones, pagando a
un proxeneta parte de los bene)
cios?
Ahí
existe un matiz. Esas mujeres no están sien-
do forzadas. Están pagando para poder
ejercer. En ese caso se paga por el espacio. Y
si no pagas la cantidad que sea al proxeneta,
no puedes estar ahí. Yo, para poder ejercer
en mi piso desde que soy independiente, he
tenido que invertir 20 millones de pesetas.
Lo mires como lo mires, para ejercer la pros-
titución hay que pagar. Yo no soy prostituta
de lujo. Mis condiciones sí lo son.
Nadie me
lo enseñó, pero las necesidades hacen que
seas creativa.
Empezó a ejercer en un piso a los 29 años.
¿Cómo fue su primer cliente, ese que me-
diante una felación le reportó 3.000 pesetas,
lavado aparte y cinco minutos de charla?
Bajito y delgado, un cuarentón del montón.
No me dio asco. Me gustaba el sexo. Luego
ves que las otras chicas lo llevan fatal.
Para usted fue normal cambiar de piso
cuando las condiciones no le parecían co-
rrectas. Se negaba a pagar una multa por
no ir con un cliente que le parecía indesea-
ble.
Yo quería que la prostitución se adapta-
se a mí, claro. Hoy '
ltro los clientes, pongo
la tarifa que quiero y ofrezco lo que yo quie-
ro hacer. Si digo que beso, que acaricio...
¡Ah! ¿Usted besa?
Cuando me independicé
decidí poner unas condiciones a los clien-
tes: que no tenga halitosis ni sea fumador. A
mí me encanta besar. No se hacía para evi-
tar, básicamente, la implicación emocional.
Pero no deja de ser un tópico. La implica-
ción emocional puede venir por otras vías,
no solo por un beso.
60
EL PAÍS SEMANAL
“SOY PROSTITUTA DE CLASE MEDIA”
“LA TR ATA NO ES
PROSTITUCIÓN,
ES VIOLACIÓN. YO
CERR ARÍA TODOS
LOS PROSTÍBULOS
PAR A EVITAR
CASOS DE ABUSO”
‘PACK DE BIENVENIDA’
.
A la izquierda, una bandeja de higiene
para los clientes de Montserrat Neira.
En las otras fotos, su agenda de
teléfonos, una imagen de juventud y
otra en la actualidad leyendo la prensa.
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACION A DISTANCIA, UNED
todo, también música, lectura... Con el sexo
me ha pasado lo mismo. Me abrí y empecé
a disfrutar.
Momentos duros también habrá vivido.
Sí.
El más duro me ocurrió con un arquitecto.
Estábamos aquí, en este piso. Él se había
desnudado y ya había pagado la tarifa. Lle-
vaba un parche de nitroglicerina en el pe-
cho y me dijo que había sufrido un infarto.
En un momento dado se levantó y sacó un
sobre con cocaína. Me dijo: “Si no te im-
porta, voy a tomar un poco”. Le dije que no
le iba a dejar. Le devolví el dinero y se puso
chulo. No tenía miedo porque si se ponía
agresivo, yo le habría tumbado con una
llave de defensa personal. Me resultó muy
violento enfrentarme a esa situación y re-
solverla bien. Él insistía en que yo era una
puta y me pagaba para eso. Le dije que yo
en esas condiciones no hago nada, haberlo
dicho antes. Se marchó refunfuñando.
Usted que ha estudiado Ciencias Políticas,
¿qué cree que podrían hacer los políticos
por las prostitutas?
Lo más importante es
que se deje de discriminar por el hecho de
serlo. Para que hubiera un debate sólido
sobre esta realidad tendríamos que hablar
nosotras, las prostitutas. Hay que meter
más mano al proxenetismo y a la trata. Y
controlar la apertura de burdeles.
¿Qué acabaría con el proxenetismo, la re-
gulación o la abolición?
Con la abolición
seguiría habiendo prostitución escondida.
Creo que las mujeres estarían en peores
condiciones. Ahora, en el vacío legal, por
lo menos sabemos dónde están los prostí-
bulos. Los burdeles tendrían en todo caso
que ser solamente habitaciones en alquiler
para las personas que quieran prostituirse.
Eso ya existe en otras ciudades europeas.
¿Algún partido político le ha llegado a ten-
tar?
Un miembro de Unió Democràtica de
Catalunya me dijo que me apuntara a su
partido. Era cliente mío. Le dije que no me
caso con nadie.
Usted ha roto un tabú del que habla en su
libro, según el cual una prostituta a partir
de los cuarenta es vieja y nadie quiere con-
tratar sus servicios.
Tú mismo [hace una
señal recorriendo su silueta]. No sé cuánto
va a durar. Potencial tengo. Y mucho. Pero
hay que decir que mujeres de mi genera-
ción hay pocas en el mercado. La mayoría
están entre los veinte y los treinta y tantos.
Y a partir de esa edad, ¿qué le espera a una
prostituta?
Como no haya ahorrado, no
sea emprendedora y no tenga las cosas cla-
ras, lo tiene muy mal. Normalmente, o se
casan o solucionan su situación. Casos de
mujeres mayores que hayan estado prosti-
tuyéndose hasta el )
nal toda la vida conoz-
co muy pocos.
¿Decidió ir a la Universidad por esa incer-
tidumbre?
Sí. Lo primero fue el deseo de
querer formarme. Pero también pesó el
pensar que llegaría a los cuarenta y me que-
daría sin trabajo.
Actualmente no tiene pareja. ¿Cree que en-
contrará a un compañero que entienda lo
que usted hace?
He encontrado a hombres
que me han propuesto dejar la prostitu-
ción como condición
sine qua non.
Y les
he dicho que tururú. La dejaré cuando yo
quiera. Ahora me he mediatizado, soy pú-
blica y notoria. ¿Te imaginas a un aboga-
do o a un médico diciendo: “Mira, estoy
casado con una puta”? No creo que sea po-
sible.
¿Esto le apena?
No. Me puede más mostrar-
me como soy. Son mis principios. ¿Por qué
tengo que esconderme? El precio a pagar
puede ser precisamente quedarme sola.
Pero siempre vas a tener enemigos, como
les ocurre a las proabortistas. No solo nos
machacan a las prostitutas. Si vas contra la
ideología de un determinado entorno, te
van a machacar igual. Recientemente, en
un debate sobre el aborto en el Congreso
pudo comprobarse que los argumentos de
los
provida
son los mismos que salen en el
debate sobre la prostitución: violencia de
género, contra la mujer que se ve obligada a
abortar...
¿La prostitución será para siempre en su
caso?
No lo sé. Mientras no tenga novio...
Oye, que a mí me gusta el sexo. Si me lo
paso bien y además gano dinero, no tengo
por qué renunciar. Esto es lo que la gente
no entiende. Lo dejaría si lo pasara mal. Ya
no lo necesito. El tope llegaría al no tener
demanda o verme obligada a bajar precios
y hacer cosas que no quiero hacer o esco-
ger hombres que no me gustan. Me da cosa
decirlo porque hay gente que lo está pa-
sando muy mal, pero yo ya puedo vivir sin
trabajar. Hago esto por no aburrirme. Con
la prostitución he logrado cosas que no
pueden conseguirse en toda una vida ma-
tándose a trabajar.
Fin de la segunda parte del encuentro. La
protagonista de esta historia rompe a llorar.
“Es que son tantas cosas...”. La aparente for-
taleza de Montserrat Neira, mujer sensual,
segura de sí misma, con nombre de guerra
y madre de un hijo a quien según ella la
prostitución le ha dado todo, se disuelve
como un azucarillo en un café hirviendo.
“Hay que hablar de esto. Nosotras tenemos
que hablar de esto”.
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