miércoles, 17 de abril de 2013

Pere Estupinya: La ciencia del Sexo

«La ciencia aún tiene pudor a la hora de estudiar el sexo»

El autor, con un ejemplar de su libro
El autor, con un ejemplar de su libro
No hay leyes ni fórmulas. Sin embargo, Pere Estupinyà (Tortosa, 1974) se ha atrevido a analizar el sexo de forma estrictamente científica. Y en primera persona: participando en un estudio sobre la disfunción eréctil, infiltrándose en clínicas de medicina sexual, acudiendo a eventos sadomasoquistas... En «La ciencia del sexo» (Editorial Debate) ha plasmado sus reflexiones de forma que explica «cosas sobre el sexo que no habíais oído antes», como afirma en la introducción.
«La ciencia sigue siendo muy pudorosa a la hora de estudiar el sexo», asegura Estupinyá. Y es que sabe de lo que habla. Bioquímico, químico y divulgador, ha trabajado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y en los Institutos Nacionales de Salud de EE UU. «Entrevisté a directores de institutos para saber si investigaban las parafilias, las desviaciones sexuales... Pero la respuesta era: "Éso no lo tocamos"», añade. De ahí que haya comprobado que los científicos «no siempre son tan objetivos como se podría pensar».
Pero, ¿qué es el sexo? El autor no duda en calificarlo como una actividad «irracional». «Es el tema de la razón y la intuición. El sexo es una actividad más. Como no sabemos gestionar bien nuestras emociones, tratamos de racionalizarlo», afirma. ¿Un ejemplo de esta irracionalidad? «Hay gente con fantasías no permitidas, como sentir deseo por la novia de su amigo. Y éso lo intentamos comprender. El deseo sexual es muy irracional. No decidimos cuándo nos excitamos».
Pero si no podemos saber el «por qué», si que podemos aspirar a conocer el «cómo». De ahí el papel clave, pero ni mucho menos único, de los neurotransmisores cerebrales. Así, Estupinyà distingue la testosterona «como fuente de excitación, que nos hace sentirnos eufóricos»; la dopamina, «que se segrega continuamente durante el sexo» y que, aparte de ser fundamental en el placer, también lo es en la «motivación»; y, por supuesto, la oxitocina, también llamada «hormona del amor», «que se segrega justo en el orgasmo», pero que también influye en el sentimiento de «bienestar y apego que surge a continuación».
Sobre la orientación sexual, Estupinyà cree que «nacemos con un condicionante que, posteriormente, puede ser reforzado por nuestro entorno», si bien en las mujeres puede darse una mayor «fluidez» a la hora de cambiar de condición sexual. En todo caso, «una cosa es la orientación y otra el comportamiento. En las cárceles se ha visto cómo hay presos que cambian de comportamiento sexual, pero no de orientación. La orientación es más sólida».
Y entre las diversas orientaciones sexuales, surge una que busca reivindicación: la asexualidad. «No es ningún capricho. Los asexuales quieren ser tratados como una orientación nueva. Quieren ser la "cuarta orientación", así como objeto de investigación por parte de la ciencia». Y es que, explica el autor, hablamos de personas que pueden llevar una vida normal en pareja, «pero que no sienten ni excitación ni atracción hacia otra persona». No es ninguna fobia ni le tienen manía al sexo. «Y son la mar de felices», añade. Ahora bien, como el común de los mortales, «también tienen problemas de pareja, sobre todo cuando la otra persona quiere tener sexo».
Pero el acercamiento científico a la actividad sexual también lleva a indagar sobre cuestiones más oscuras. Es el caso de la pedofilia. «Sí se han identificado en los escáners, al comparar el cerebro de un pedófilo con otro que no lo es, cuando se "enciende" la señal de "me gusta o no me gusta"», explica Estupinyà. Sin embargo, se quiere dar un paso más allá: un científico español, Jorge Ponseti, ha comenzado un proyecto, en el que contará con 200 pedófilos, para estudiar el «por qué» de estos impulsos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario