sábado, 24 de octubre de 2015

Confesiones sin vergüenza (Grijalbo). Valérie Tasso

Hace unos años empezó a recopilar historia de mujeres. Fantasías sexuales que le confiaban pacientes de su consulta sexológica o aquellas que conocía en clubs de toda España. Al fin ha reunido todos esos relatos en Confesiones sin vergüenza (Grijalbo). Valérie Tasso, polifacética donde las haya, iba para cónsul y, tras dos carreras, cursó un posgrado en Sexología. Tras su descaro y desinhibición, hay ingenio y supervivencia.

"Las mujeres españolas nos cuentan sus fantasías sexuales", reza el subtítulo. ¿Tanto varía el imaginario erótico?
Por supuesto. El origen cultural de cada uno condiciona, muchísimo, tus interacciones sexuales y tus tabúes. Según el lugar donde hayas nacido, una fantasía puede ser normal o aberrante.

¿Por ejemplo?
En Japón fantasear con una chica joven –mejor con falda de colegiala– no es tabú. Aquí no se admitiría jamás. Si Nabokov hubiese escrito Lolita hoy, aún se lo echarían en cara. Somos muy susceptibles con el erotismo. En Japón hay muchos hombres que viven tan ricamente con una muñeca hinchable, aquí les insultarían, lo considerarían una desviación.

Hay culturas primitivas que defendían conductas que hoy nos parecen depravadas.
A algunas les parecía absolutamente normal que a una hija, antes de casarse, la desvirgara un familiar. Por suerte hoy tenemos límites. El incesto es, en nuestra cultura, el gran tabú que nos permite ser una gran civilización.

Usted es francesa. Durante años la leyenda sexual de la mujer francesa las presentó como las primeras "mujeres libres"...
Es cierto, las mujeres francesas hemos sido pioneras porque hemos recibido siempre más educación sexual. Sencillamente, porque no nos aplicaron represión.

Permisivos incluso en las infidelidades. En el entierro de Mitterrand compartían banco su esposa, Danielle, y su amante, Anne Pingeot.
Mitterrand lo hizo mejor que Hollande. Mantuvo esa relación con mucha más elegancia. Danielle –que también tenía sus affaires– siempre lo supo. Anne fue el gran amor de ese hombre y la hija que tuvieron en común, Mazarine, hoy es una escritora de éxito.

Déjeme repasar. Licenciada en Empresas y Lenguas Extranjeras y doctora en Interculturalidad por la Universidad de Estrasburgo. ¿Cómo acabó esa universitaria, usted, en estos "jardines sexuales"?
¡Yo iba para cónsul! Me atraía el mundo de los diplomáticos y soñaba con que un día nacería una James Bond mujer. Hice prácticas en el Parlamento y estuve a punto de trabajar en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Hasta que me disgusté, me defraudaron...

¿Por qué?
Conocía muy bien las vidas de los altos funcionarios, veía diariamente cómo recibían esas ingentes cantidades de dinero por no hacer absolutamente nada. Y pensé: este no es mi mundo. Vine a Barcelona. Luego, en Madrid, trabajé para una agencia de prensa y me recorrí Latinoamérica. Volví aquí y... me enamoré.

Inevitable.
De la persona equivocada.

Muy común.
Sí. Lo que no es tan común es encontrarte enamorada y sin un duro porque él te lo ha robado todo. ¡Todooo! Me quedé sin nada.

¿Entró entonces en el mundo de la prostitución de lujo?
Sí, creo que en mi caso fue un paso inevitable: quise exponerme al máximo. Hablo sólo por mí, no hago apología de ello. Recuerdo mi primer cliente, no tuvimos ni relaciones sexuales, un hombre rico tan cargado de cocaína que no hizo nada durante dos horas.

¿Siempre pensó que sería algo temporal?
Sí, yo ya no era una niña, tenía treinta años y una formación que me permitía no volverme loca. Estuve seis meses ejerciendo. Sólo quise recuperar lo perdido para volver a empezar de cero.

Salir de ello no siempre es una cuestión opcional.
Si el único objetivo es el dinero diario, cuesta mucho salir, quedan atrapadas. A mí me ocurrió algo tremendo. Pensé: "Si estás metida en este mundo, al menos intenta pasarlo bien" y lo logré. Te lo dirá poca gente. El estigma ya es demasiado fuerte.

Entonces es que no sería, el suyo, un mundo muy sórdido.
Pensé en lo que hizo la húngara Agota Kristof, autora de la trilogía de Klaus y Lucas. Huyó de su país y entró a trabajar a una fábrica, en unas condiciones horribles... para no hundirse creaba poesías mentalmente.

Su Diario de una ninfómana fue un éxito editorial.
Algunos me dieron mucha guerra con eso, no entendieron lo que yo les explicaba. Porque la ninfomanía no existe, ¿eh? Ni la adicción al sexo. Lo que hay son personalidades adictivas, pueden engancharse al sexo, al juego, al robo...

Las fantasías sexuales que relata no responden a deseos para ser llevados a la práctica, dice.
No. A veces son meros ejercicios, "hasta dónde soy capaz de imaginar". Las fantasías no incluyen a la pareja. Y uno sabe que tiene una fantasía cuando siente, nota, que está transgrediendo.
Si la mera lectura de un relato puede excitar al lector, dígame con cuál le ha ocurrido y no me cite El amante de Lady Chatterley, por favor... Con La pianista de Elfriede Jelinek. Y la película, de la mano de Michael Haneke, una delicia.
¿La consulta más común que llega a su despacho barcelonés?
Siguen siendo casos de mujeres que no alcanzan el orgasmo por mero desconocimiento de su anatomía. Y ni siquiera son casos de anorgasmia. Y cada vez hay más chicas que se disocian y no pueden disfrutar. Están estresadas.

¿Dónde situaría el límite de las prácticas sexuales?
En las consecuencias que puedan tener tus actos.

¿La más peligrosa?
La asfixia desde la masturbación. Así murió David Carradine y es terrible porque no controlas, son fracciones de segundo. ¡Anden con cuidado! Yo también quise entender el mundo de la dominación, del masoquismo.

Dominación, cautiverio, dice usted que son fantasías femeninas habituales... La van a acusar de apología de la sumisión.
Feminista soy yo, porque en el contexto francés es "la mujer que dispone de su cuerpo como quiere". Ciertas actitudes no responden ni siquiera a disfunciones sexuales, son mentes enfermas: la violación, la zoofilia, los menores. Una cosa es fantasear, otra llevarlo a la práctica. Ahí hay que parar.

Acaban de dar el Planeta a Giménez Bartlett por la historia de un joven que se prostituye.
La masculina es una prostitución invisible y se les perdona más. A mujeres que pagan por ello les parece estupendo, no estigmatiza. En Australia es algo absolutamente normal entre mujeres ejecutivas que viajan y trabajan mucho. Pero... ¿por qué nadie dice "pobre chico" como con ellas?

¿La mejor edad de la mujer para el sexo? ¿Y del hombre?
¡Cuando la mujer llega a la menopausia es fantástico! No les preocupan los embarazos, conocen su cuerpo a la perfección, son libres.

Ya lo decía Ovidio...
Siglo primero después de Cristo: "Si tuviera que elegir entre una jovencita y una mujer madura escogería la segunda ¡Porque ya ha sabido convertir el espanto en placer!". Magnífico. El hombre es algo distinto, pero con la madurez adquiere mucha maestría.

¿Será esta la década de reafirmación transexual como lo fue la última de homosexuales?
Creo que sí, aunque la palabra transexual no me gusta. Hay mucho desconocimiento, incluso en escuelas. Muchas veces ellos no se hacen reasignación de sexo –sólo tratamiento hormonal– porque no tiene nada que ver con la genitalidad. Tiene que ver con un deseo interno, con la esencia más íntima del ser humano.

¿Errores de concepto?
Hay uno muy común y espinoso: si un sacerdote abusa de un niño no significa que sea homosexual. Forma parte de un terrible y secular adiestramiento en el sometimiento, en el "mando yo".
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