sábado, 13 de septiembre de 2014

El Cincuenta % de las Mujeres sin deseos. Carmen Grasa La Vanguardia

Es difícil de describir, pero cuando llega es fácil de reconocer. Si surge, la chispa del deseo sexual nos trastoca el deseo y revoluciona nuestra química sensorial... Sin embargo, a veces, durante periodos prolongados incluso, el deseo sexual brilla por su ausencia, y especialmente entre las mujeres. ¿Es un problema? ¿Hay que preocuparse? ¿Hay que esperar para acudir a un experto o ir de inmediato? La ausencia de apetito sexual no es baladí, hay estudios que lo sitúan en porcentajes cercanos al 50% de las encuestadas. La coyuntura socieconómica (vulgo crisis), razones físicas, psicológicas y también de cultura o tradición explican, pero sólo en parte, una situación que también afecta a los hombres, pero en menor medida.
La chispa sexual, y lo que viene después, nos ofrece deleite, rebaja nuestros niveles de estrés, alimenta afectos y nos libera de preocupaciones. Pero es, al mismo tiempo, frágil. Porque en el universo femenino, el deseo parece complicado y quebradizo. Tanto que ni los especialistas acaban de ponerse de acuerdo. “Es muy similar al masculino”. “No tienen ni el mismo origen ni el mismo desarrollo”. “En una relación de pareja el femenino se agota antes, o no”. Deseos existen tantos como personas. Quizás por eso, teorías sobre el deseo sexual femenino existen tantas como expertos.
Sin embargo, lo que sí parece haberse consensuado es que las mujeres padecen más a menudo lo que se ha denominado deseo hipoactivo o, de un modo menos científico, pereza sexual. Aunque en los números tampoco hay acuerdo. Mientras que unas teorías hablan de que un 6% de las mujeres no siente ese fogonazo ni el placentero anhelo de fundirse en la piel del otro, existen algunas hipótesis que sitúan esa cifra en un sorprendente (e inquietante) 50%. “Los resultados más sólidos publicados en revistas científicas, tras encuestas amplias y metodológicamente bien realizadas, hablan de un 43% de mujeres adultas con falta de deseo. Pero es importante entender que aquí entran mujeres en momentos de su vida en los que les da absolutamente igual sentir deseo o no. Cuando a estas encuestas añades la pregunta ‘¿Sientes la falta de deseo como un problema?’, alrededor del 15-17% sí lo siente como un problema que corregir”, explica desde Nueva York Pere Estupinyà, bioquímico y periodista científico.
“Es interesante ver –agrega– cómo hay farmacéuticas y terapeutas interesados en que esta cifra sea lo más alta posible y utilizan el dato del 43% sin querer ver que la falta de deseo sexual no es necesariamente un problema. Mucha gente puede ser la mar de feliz teniendo poco sexo. También es criticado el término hipoactive sexual desire disorder, porque en muchos casos no es un trastorno o dolencia (disorder). Y otra cosa: no creo que las mujeres en sociedades occidentales estéis perdiendo el deseo precisamente... ”, explica Estupinyà, que ha publicado S=EX2. La ciencia del sexo (Debate).
Algo pasa con el deseo En diciembre de 2012 se hizo pública la encuesta Habits, coordinada por Iñaki Lete, jefe del ginecología del hospital Santiago Apóstol de Vitoria y por Ezequiel Pérez, director del mismo departamento del hospital General de Requena (Valencia). Los resultados: casi un 50% de las españolas considera muy importante mantener una vida sexual activa, pero sólo el 34% (entre los 23 y los 49 años) confiesa estar satisfecha con ella. Si a esto unimos las conclusiones del estudio Preside, parece claro que algo está pasando con la pasión femenina. En este estudio, elaborado a partir de las respuestas de 30.000 mujeres, se apunta que a la mayoría de ellas no les preocupa ni les causa malestar no tener deseo sexual. ¿Demasiadas preocupaciones que desembocan en apatía sexual? ¿El peso de la cultura es excesivo? ¿La desgana hacia qué o quién? ¿Hacia nuestra pareja o hacia cualquier otra persona? ¿No le damos importancia porque estamos convencidas de que es algo pasajero y la pasión volverá, que solo es un mal momento? ¿O hay mujeres que han pasado a formar parte de lo que ya se denomina asexuales porque no sienten la necesidad de mantener contactos físicos y viven bien así?
“Es verdad que existe la creencia generalizada de que con el tiempo se pasará (la falta de deseo). Hay veces en que es así y otras en las que el problema persiste. A esta última situación, las mujeres, en general, le dan bastante importancia y bastantes vueltas. No es cierto que esperen a que se les pase sin darle importancia. Todo lo contrario, le dan mucha. Lo que ocurre es que ante cualquier dificultad sexual, tanto hombres como mujeres tardan en acudir al especialista, ya que el sexo sigue siendo un tabú en nuestra sociedad. El hecho de tener un problema sexual aún sigue siendo algo que consideramos que hay que ocultar y que es vergonzoso”, describe Georgina Burgos, sexóloga y autora de libros como La masturbación (De Vecchi), Fantasías eróticas sólo para nosotras (Marge Books) y Mente y deseo en la mujer (Biblioteca Nueva).
A vueltas con la diferencia ¿Qué fue antes, el deseo o la excitación? Cuando hombres y mujeres manifiestan el mismo anhelo, especialmente en los primeros años de una relación, el deseo siempre precede a la excitación, según los especialistas. El uno lleva a la otra. El primero se produce a nivel cerebral (o emocional). La segunda, a nivel genital. Los expertos ponen de manifiesto que en los hombres siempre es así, pero que en las mujeres la cosa cambia, sobre todo en un 50% de ellas cuando la relación que mantienen supera los dos años. Es entonces cuando la pasión se apaga y es la excitación la que precede al deseo. Vamos, que les cuesta meterse en materia, pero una vez puestas nada impide que disfruten del sexo. ¿Tantas diferencias hay entre nosotros? “Algunas –responde Estupinyà–, pero menos de las que se suelen decir. Una interesante es que los hombres suelen sentir, de repente, ganas de sexo, sentir más deseo espontáneo que las mujeres, lo cual sí se ha visto asociado a la testosterona. También es cierto que, de media, los hombres tienen más frecuencia de fantasías sexuales y se masturban más a menudo, pero el deseo sexual, en términos de excitación, no es tan diferente. La gran diferencia está en la inhibición –añade–. Por motivos biológicos, psicológicos y sociales la mujer tiene más razones para poner un freno. Esto es lo que hace que las mujeres parezcan menos predispuestas al sexo. No es que tengan menos ganas, sino más inhibiciones y frenos, internos y externos”, analiza Pere Estupinyà.
La naturaleza y miles de años de cultura nos han hecho diferentes y, en opinión de Georgina Burgos, nos resulta complicado deshacernos de sus dictados: “El cuerpo y su anatomía, los roles sexuales asignados a cada sexo, la identidad femenina enfrentada a la identidad masculina que hemos construido por oposición, los estereotipos de género… Pero sin duda tenemos algo en común, somos un producto de nuestros tiempos y no es fácil escapar a las normas que regulan la adecuación del deseo masculino o femenino. Y remarco la disyunción”, subraya.
De la crisis al aburrimiento ¡La crisis tiene la culpa! Los recortes, el paro, la inseguridad laboral, el futuro incierto, los hijos, la subida de impuestos, no llegar a final de mes, la hipoteca…, demasiados problemas que se meten entre las sábanas y dejan nuestra libido por los suelos, la femenina y la masculina. Un 34% de los europeos ha confesado que la recesión económica y sus consecuencias han repercutido negativamente en su deseo, como destaca el Estudio europeo sobre satisfacción sexual 2012 elaborado por la compañía biomédica Pfizer. Según sus cifras, los españoles ya dedicábamos poco tiempo al sexo en 2010 (unas dos horas a la semana), pero ahora no pasamos de 34 minutos ni llegamos a dos contactos sexuales a la semana (1,7). ¿Breve pero intenso? Pues parece que tampoco, porque a un 82% de nosotros le gustaría mejorar el cuerpo a cuerpo (20 puntos por encima de la media europea).
Sin embargo, no sólo la crisis aleja a las mujeres del paraíso del placer. Causas físicas, emocionales y culturales están en el origen de su pereza y “las tres tienen un peso importante –apunta Georgina Burgos–. Por ejemplo, si tomas un fármaco que altera tu respuesta sexual y ese fármaco es vital para tu salud, el peso de esa causa biológica puede tener la misma importancia que la presión sociocultural de cómo ha de ser la respuesta sexual de una mujer en determinadas circunstancias. Si la presión va en la línea de tener un orgasmo durante el coito –ilustra–, esta idea social de lo normal interactuará con nuestra mente y puede llevarnos a bloquear el deseo, la excitación y el mismo orgasmo que deseamos. Las tres causas son interdependientes y es difícil saber en muchas ocasiones dónde está la frontera entre unas y otras”, detalla Burgos. Los expertos coinciden en que problemas relacionados con el déficit hormonal, disfunciones en los órganos genitales, determinadas medicaciones, depresiones, estrés, etcétera, provocan apatía en las mujeres. Pero también los problemas de pareja y la insatisfacción con la relación apagan el deseo, porque un buen número de mujeres no siente esa pereza sexual en general e indiscriminadamente, sino dentro de su relación.
Aunque lo que más apaga el fuego, tanto en ellas como en ellos, es la rutina. Un 81% de las mujeres está de acuerdo en que los cambios de hábitos favorecen las relaciones, según la encuesta Habits 2012. Una teoría que refuerzan otros estudios al apuntar que en hombres y mujeres el deseo es el mismo al prin­cipio de una relación, pero que entre uno y cuatro años después, el del hombre permanece igual y el de la mujer cae por aburrimiento.
El placer, un tabú Las raíces judeocristianas de nuestra educación han vetado el placer, en opinión de un buen número de psicólogos y sexólogos. Que el sexo no tiene por qué ser bueno en sí mismo y que el deleite nunca es el objetivo final de una relación sexual son mensajes que se han integrado en el imaginario colectivo, especialmente entre las mujeres, cuya sexualidad ha sido casi negada durante siglos.
En las últimas décadas esa presión cultural se ha revelado como una de las principales causas que han alejado a las mujeres del placer. La mujer ha aprendido, desde esta perspectiva, que la pasión y el sexo no son necesariamente positivos y esta premisa la lleva a pensar menos en el segundo. ¿La consecuencia? Sus conexiones neuronales asociadas al deseo son más débiles porque se estimulan menos. En los hombres ocurriría al contrario. Para ellos, deseo y sexo son sinónimos de poder, de masculinidad. Ese concepto, repetido e interiorizado durante siglos, ha originado conexiones neuronales que se activan con mayor frecuencia y que se hacen más fuertes con el tiempo. Y como en casi todo lo relacionado con las aspiraciones femeninas, tampoco en esto la ciencia se pone de acuerdo: “Como hipótesis es correcta, pero para llegar a la teoría debería tener un mínimo aval empírico”, precisa Pere Estupinyà.
Sin embargo, lo que ya apenas nadie pone en duda es que la escuela, correa transmisora de conocimientos y de cultura, ha centrado sus clases de educación sexual en una visión poco positiva del sexo: enfermedades de transmisión sexual, embarazos y un sinfín de riesgos que parecen acecharnos entre las sábanas. Pedagogos y sexólogos coinciden en afirmar que es bueno e instructivo hablar del peligro, pero que también sería beneficioso no saltarse la lección de que la práctica segura del sexo es actividad tan placentera como saludable, para hombres y mujeres. 


Leer más: http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20131108/54393804451/la-llave-del-deseo-femenino.html#ixzz3DBSsLQav
Síguenos en: https://twitter.com/@LaVanguardia | http://facebook.com/LaVanguardia