domingo, 28 de abril de 2013

Mal código para la buena esposa La reproducción de un manual de consejos para la mujer casada que recomienda una conducta subordinada al marido causa indignación


Mal código para la buena esposa

La reproducción de un manual de consejos para la mujer casada que recomienda una conducta subordinada al marido causa indignación

La publicación de una guía de la buena esposa en el blog Eros de la edición digital del diario ha provocado un aluvión de críticas. La responsable de la Escuela de la Esposa que se presenta en el texto, Sarah J. Symonds, recomienda a las mujeres casadas que no ganen peso y vistan bien para que su marido únicamente tenga ojos para ella. “Asegúrate”, prosigue, “de permanecer despierta hasta tarde para pasar tiempo con él después de un día duro. Incluso si estás cansada. Pregúntale cómo ha sido su trabajo o actividades, antes de contarle tus problemas (pero no demasiados)”. Otros consejos hablan de que “los hombres quieren sentirse como hombres. Quieren sentirse necesitados y deseados. Dile lo mucho que lo aprecias, sobre todo cuando hace algo bien. Hazle saber que lo respetas como hombre. Y tócale. Sé táctil con él” o “si te gusta llevar chándal, asegúrate de cambiarte antes de que vuelva a casa después del trabajo. Ponte algo sexy. Ah, y no olvides depilarte las piernas y otras partes”. También recomienda ser ordenada, “Esconde los juguetes de los niños y cualquier otro detalle que implique descuido o desorden”. Menos mal que también sostiene que la esposa debe trabajar para una relación, “nunca sufrir por ella”. Y aclara que “nunca seas una alfombra para tu marido. Tienes que ser una mujer fuerte, y hazle saber que si alguna vez te maltrata o te engaña, no lo vas a tolerar. Enséñale que te tiene que respetar y que te perderá si te engaña. Además, ten tu propia vida y tus propios intereses, para que seas mucho más que solo una esposa". Pero incluso este consejo final se hace pensando en los intereses del marido (“De lo contrario, no tendrás nada que contarle o no podrás sorprenderle”).
 “Sé que el artículo es traducción de otro, pero en ningún momento veo que se critique o comente el planteamiento tan aberrante que tiene. No entiendo cómo en pleno siglo XXI se puede siquiera sugerir que una persona renuncie a sus inquietudes, su voluntad e incluso sus derechos humanos más básicos (…) para convertirse en un objeto de uso al servicio de otra persona. Es apología de la esclavitud, de la prostitución doméstica”, escribe Marta García. Lidia Cuesta critica que se perpetúe la sumisión de la esposa y el machismo. “Me resulta indignante que un medio de comunicación nacional puede consentir tal publicación retrógrada y digna de la Sección Femenina de la Falange Española. En la era de la igualdad de género, de la conciliación laboral-familiar y de los permisos de paternidad, publicáis este artículo que aconseja a las mujeres que quieran ser buenas esposas aberraciones como: ¡No le regañes!; tener intimidad con tu marido todos los días...”. A Carles Baiges le parece más propio de la España franquista que de EL PAÍS del 2013. Blanca Rilova escribe que el artículo perpetúa “los roles y estereotipos que tanto daño han hecho a las mujeres, anteponiendo lacomodidad del marido a los deseos y felicidad de la propia mujer, entendiendo que es nuestro trabajo hacer que nuestra relación funcione, en este caso, evitando las infidelidades”. Pilar Aguilar encuentra igualmente reminiscencias de las recomendaciones que daba la Sección Femenina (“salvo que la referencia a la sexualidad no era tan explícita") y se plantea: “¿Publicaría con esa misma "inconsciencia" (por decirlo con palabras suaves) las recomendaciones que daban los sindicatos verticales fascistas a los obreros para ser buenos trabajadores? Contra lo que parece lógico, el blog no concluye preguntándose: ¿qué mujer en su sano juicio querría casarse en estas condiciones? Así es que me veo obligada a preguntar: ¿cómo EL PAÍS es tan absolutamente reaccionario y machista?”
Indudablemente, los consejos de la responsable de la citada Escuela de la Esposa salen de las habituales recetas sobre juegos eróticos. Propone una conducta hogareña de la buena esposa que mantiene roles que, en algunos momentos, parecen reverberaciones de rancios consultorios sentimentales periclitados. No es un manual lúdico. Es un recetario de comportamientos conyugales con unas obligaciones unilaterales que remiten a una indefendible idea sobre la esposa que, lógicamente, ha indignado.
Basta leer otros textos de la autora de este artículo, Venus O'Hara, que recoge los consejos de la experta británica, para comprender que no comparte estos postulados, algo que me ha ratificado personalmente, aunque considera informativo conocer que existen este tipo de escuelas en pleno 2013. De hecho, el viernes publicó un nuevo texto en el blog donde comenta la polémica y elabora, esta vez sin acudir a un texto ajeno, una guía para el supuesto buen marido. Pero el primer texto, el que aquí comentamos, carece de una necesaria y clara reflexión crítica y del suficiente distanciamiento ("curiosamente, todavía no existe ninguna escuela de maridos...Y vosotros, ¿que opináis de todo esto?") para entender que no se reproducen sus consejos con ánimo prescriptivo sino polémico.
Hay consejos que remiten a una indefendible idea sobre la esposa
Al margen de este episodio, no es la primera vez que recibo cartas, aunque sin la intensidad de este caso, críticas con la propia existencia de este blog. Quejas sobre la inclusión de imágenes o mensajes a los que algunos lectores aplican el deslizante concepto de pornografía. Creo, sin embargo, que el propósito editorial del mismo es interesante ("He aquí un rincón erótico festivo dedicado a las relaciones y la atracción entre seres humanos, esa faceta que nos hace la vida más placentera, tierna, amorosa, plena… Un blog coral que apuesta por el juego, la provocación, lo sensual y el sexo como acto libre, adulto, compartido, real o ficticio, siempre divertido. Eso sí, si tu mirada no es amplia y tolerante, mejor no te detengas aquí"). Da el protagonismo al relato femenino, una escritura menos habitual en estos temas que la masculina. Un blog que se construye con relatos personales, que no tienen la misma condición que un texto informativo. Sin entrar en el debate sobre lo pornográfico, basta recordar aquella definición del surrealismo francés: la pornografía es el erotismo de los otros. El erotismo, además, como escribió Bataille, es uno de los aspectos de la vida interior de las personas que va mucho más allá de lo que Luis García Berlanga llamaba la sexualidad del émbolo.
Por otra parte, esta semana, varios lectores han criticado un texto, particularmente el titular, sobre la nueva ministra venezolana de Deporte ("El sable más sexi de Maduro"). Cristina Díaz, por ejemplo, escribe: "Considero que esta mujer es una atleta olímpica, licenciada, y ahora política. ¿Por qué narices se enfoca el reportaje en el atractivo físico? Me indigna que siempre hagan esto con las mujeres. Con los hombres, sean feos o guapos, no ocurre”. Tania, a su vez, se pregunta por qué el titular se centra en su físico. La citada ministra es medalla olímpica de esgrima, odontóloga y episódicamente modelo. La propia información explica que tiene credenciales suficientes para ocupar el ministerio y alude a su activismo social. El hecho de que publicara su almanaque de fotos, haya posado en 2008 con cierta osadía para un reportaje donde hacían otro tanto desde músicos a arquitectos compatriotas ("El país se desnuda") y expuesto sus propias teorías sobre la belleza femenina explica que el artículo atienda a estos aspectos. Sin embargo, destacar en el titular alusiones al aspecto físico o, como ha sucedido en otras ocasiones, comentar una vestimenta cuando el personaje es una mujer, algo que no acostumbra a suceder cuando el personaje es masculino, consagra estereotipos.

lunes, 22 de abril de 2013

Las Mujeres por Pudor no se Miran al Espejo Delante de los Hombres

Tratan de dar la impresión de que no se preocupan por su fisico.
Como que están en otra cosa
Es falta de naturalidad?
Es pudor

La madame más famosa de Barcelona se desnuda al completo para revelarnos los secretos de una vida dedicada a su controvertido oficio. 
Empujada por la cariñosa acogida del público de su anterior libro, aquí Lydia nos confiesa todo lo que por prudencia calló en La Sra. Rius de moral distraída. ¿Qué motiva a una chica para entrar en el oficio? No cualquiera sirve: ¿qué le pedirá Lydia para aceptarla como pupila? ¿Cómo consigue fidelizar a los señores que demandan sus servicios? ¿Cuáles son los trucos para el buen gobierno de una casa de citas? ¿Cómo se resuelven las implicaciones morales de su oficio? En definitiva, un desnudo integral.

“La madame más legendaria de Barcelona”, Callejeros, CUATRO
“La Sra. Rius representa unos valores que, quizás, ya no existen en este oficio”, Andreu Buenafuente, LA SEXTA
“En 50 años de oficio ha conocido las rarezas sexuales de Dalí, Cela, Belmondo, el rey Faisal, Orson Welles…”, Xiana Sicardi, EL MUNDO
“El concepto de infidelidad de la Sra Rius, hasta yo lo entiendo”

El Libro de la Señora Rius escrito por Juan Peiro


La Sra Rius es una tradición en la prensa catalana. Es nuestra madame local. En sus anuncios proporciona “Sras y Srtas no prof. En pisos y aptos. H. conv”.
Ahora la Sra. Rius rompe su discreto silencio y se confiesa con el periodista Julián Peiró en el libro homónimo. Sus editores son amigos, supe del libro hace un tiempo, prometí leerlo y lo he hecho, de un tirón.
La Sra. Rius nace y vive en una Barcelona de guerra y estraperlo que resulta familiar: confirma lo que siempre me contaron mis abuelos sobre la pobreza, la dificultad y la miseria de esa época. En su caso, estos factores se incrementan porque la protagonista pertenece a  lo que hoy llamaríamos “familia desestructurada” – y, curiosamente, su vida familiar posterior será así también, hasta que su negocio y quienes en él trabajan terminen convirtiéndose en su familia adoptiva.
El gran mérito del periodista Peiró es presentarnos a la Sra. Rius como persona. Con él vemos a la niña que se entrega por primera vez con quince años al señor que la mantiene (a ella y a una madre disfuncional) desde hace dos. Vemos a la mujer que entiende que su mejor oportunidad está en el amor de pago y que se profesionaliza (en régimen de puriempleo: por las mañanas trabaja en un despacho de aduanas). Vemos a la profesional que rápidamente capta las necesidades del cliente y del negocio, hasta establecerse por cuenta propia como madame. Vemos a la madame que se diferencia gracias a un sentido innato y peculiar de atención al cliente (hasta el punto de invitarles a compartir el almuerzo que esté cocinando).
La entendemos tanto que al final tenemos que recordarnos de qué va su negocio y plantearnos la propia posición moral, con las mismas preguntas que subyacen en un Un hombre de pago: ¿es lícito pagar?¿es un mal menor? ¿por qué pagar? ¿Quién paga? ¿pagaría yo? ¿pagarías tú?
(PD: Esta es la posición de la Sra. Rius sobre la prostitución masculina: “Una mujer que paga por estar con un hombre fácilmente tiene que ser una mujer resentida, porque pagar para el ego de la mujer es humillante. De creer que gustas y eres capaz de despertar pasiones a tener que pagar hay un abismo demasiado profundo”. (pp.187-188)).

Lydia Arigas la Señora RIUS las perversiones de mis Clientes

Perversiones de mis clientes favoritos
LA OTRA BIOGRAFÍA | MADAME RIUS LYDIA ARTIGAS (MADAME RIUS), DE 70 AÑOS, ES UNA INSTITUCIÓN EN EL MUNDO DE LA PROSTITUCIÓN CATALANA. EN 50 AÑOS DE OFICIO HA CONICIDO LAS RAREZAS SEXUALES DE DALÍ, CELA, BELMONDO, EL REY FAISAL, ORSON WELLES...| BIOGRAFÍA. « LA SEÑORA RIUS. DE MORAL DISTRAÍDA», DE JULIÁN PEIRÓ. EDITORIAL COMANEGRA. 256 PÁGINAS. PRECIO: 19 EUROS
POR XIANA SICCARDI
Uno de los capítulos más jugosos y descarnados de la biografía de madame Rius -nombre artístico tras el que trabaja Lydia Artigas, 70 años, respetada y mítica dama de la prostitución catalana- es aquél que narra su encuentro con el genial Salvador Dalí en un burdel. Madame Rius sitúa el episodio, mediada la década de los 60, en el San Mario, uno de los prostíbulos más exquisitos de la Barcelona de entonces, donde ella trabajaba. El artista y su diabólico bigote hicieron su entrada rodeado de un grupo de impresionantes mujeres -altas y rubias- a las que llamaba las suecas y a quienes pedía que lo aclamaran junto a la plantilla del San Mario: «Divino, llamadme divino». Era la época en la que pintaba el Cristo crucificado, la del Dalí más excéntrico, aunque Lydia nunca imaginó que tanto. «Tráigame un pato», dispuso un firme y casi sexagenario Salvador Dalí tras sentarse en uno de los sillones del local. Cuando uno de los lacayos del pintor regresó con el animal -vivo- la joven quedó tan horrorizada que abandonó la estancia y se marchó al piso de arriba. Las suecas cogieron el pato y lo inmovilizaron con fuerza sobre una mesa mientras una de ellas desabrochaba a Dalí los pantalones. Le dieron un cuchillo al maestro y este lo usó para cortarle el cuello al bicho justo cuando lo penetraba. Disfrutaba con los estertores del pobre animal. «Me pareció muy altanero y arrogante», recuerda hoy la señora Rius, sentada en el salón de su piso de la calle Villarroel de Barcelona, donde continúa recibiendo y examinando a los clientes que se interesan por los servicios de sus chicas.
Ya retirada del ejercicio activo de la prostitución, tras seis décadas de oficio, ha decidido sacar a la luz sus vivencias en La señora Rius, de moral distraída, de Julián Peiró, recientemente publicado por la editorial Comanegra. «Para romper tabúes y porque vivo enamorada de mis recuerdos y es agradable contarlos», dice.
Dalí no es, ni mucho menos, el único personaje famoso con rarezas al que Rius desnuda en las páginas de su biografía. Cuenta que el escritor Camilo José Cela, también cliente del San Mario, solicitaba varias chicas para compartir habitación y les pedía que rompieran platos y más platos: vajillas enteras. La primera vez que lo vio, Lydia, extrañadísima, preguntó a sus compañeras por qué el autor de La Colmena encontraba placer montando semejante destrozo. «Parece ser que cuando era pequeño», le explicaron, «la chica que le cuidaba recibía constantes reprimendas de la madre del autor porque se le caían muchas cosas de las manos y se le rompían. El nos contó que al final comenzó a sentir cierta excitación con la imagen de su madre regañando a la chica y comenzó a reproducir las escenas con nosotras».
El día que welles la eligió
-¿Y qué pasó con Orson Welles?».
-¿Que qué pasó con Orson Welles? Pues que me lo hice, -dice sin darle mucha importancia, como si fuera lo más normal del mundo compartir cama con el protagonista de El Tercer Hombre o Ciudadano Kane.
«¡Se trataba del protagonista de Alma Rebelde! Pero cuando vino ya estaba mayorcete», matiza. «Era la primera vez que visitaba el San Mario, y, como no conocían sus gustos, le presentaron a ocho o nueve chicas. El alzó la mano y con el dedo me señaló a mí, que había visto todas sus películas, pero le recordaba sobre todo delgado, guapo, arrogante en sus botas de montar.Recuerdo que vino con un traje azul de alpaca que le daba un aspecto como muy desaseado, porque lo tenía cubierto de ceniza, y que fumaba mucho», cuenta frunciendo el ceño.
Lydia le elogió El tercer hombre (1949), y le explicó lo que le fascinaba su banda sonora. El actor, en un castellano perfecto, le contó que estaba en Barcelona escogiendo los escenarios para el rodaje en un pueblecito cercano. Se traba de la localidad de Argentona y de la película Campanadas de Medianoche, estrenada en 1965. Ella quiso sacudirle la ceniza del traje, pero él dijo que no hacía falta, que siempre iba así. Luego, la cogió por la cabellera, muy lacia, muy larga, y la atrajo hacia él. «Ah, me sentí Rita Hayworth», exclama en su destelleante salón, repleto de alfombras, de tapicerías que imitan animales salvajes y de cualquier objeto que sea dorado: desde cortinas hasta figuras de buda pasando por dos colmillos de elefantes barnizados también de color oro. En las paredes, copadas por retratos en blanco y negro de las estrellas de Hollywood, no queda ni un centímetro libre.
Entre sus servicios más excitantes y glamourosos está su cita en el Hotel Ritz con el rey Faisal de Arabia Saudí, que había llegado a la ciudad para una visita en la clínica oftalmológica Barraquer. Lydia se puso «como un flan». Era muy jovencita y temblaba no sólo por pisar el Ritz por primera vez, sino por estar con un monarca.
LA CORTE DEL REY DE ARABIA
No fue sola. La acompañaban una selección de las cinco mejores chicas del San Mario. «Al llegar al hotel dejamos los vestidos, bolsos y joyas en una habitación, y pasamos en ropa interior a una suite inmensa», recuerda. Para su sorpresa, allí había otras 30 chicas más. «Algunas estaban sentadas, otras de pie, unas en braguitas y sostenes, otras en combinación...». Al rato entró el rey Faisal -«muy alto y con gafas oscuras»-, ataviado con un batín precioso -«parecía de oro», dice-. Se levantaron y él las miró a todas. A algunas las rozó levemente con los dedos.Tras rondarlas durante unos 15 minutos, se marchó. Ellas se vistieron con cierto desconcierto y, después de recibir el pago del servicio, fueron devueltas con chóferes a sus respectivos puntos de partida.
«¡Lo de Belmondo fue terrible!», continúa Rius el repaso de famosos a los que atendió. El francés acabó una noche en el San Mario cuando visitaba la ciudad, en 1986. Cuenta Rius sin pudor que el actor le practicó sexo oral empleándose fuertemente con los dientes. «Por culpa de él no pude trabajar en tres días.Ay, a ese señor no me lo recuerde, ¡qué dientes tenía, de verdad! No entiendo cómo Catherine Deneuve y Ursula Andrews pudieron vivir con él», exclama mientras un perrito peludo con coletas llamado Ninot juega entre sus tacones de aguja.
Lydia Artigas se convirtió en madame Rius en 1987, cuando decidió modernizar el negocio anunciándose en los periódicos, para lo que acuñó una nueva identidad «más comercial»: «Sra. Rius. Si lo que usted busca es tranquilidad le proporciono señoras y señoritas no profesionales en pisos y apartamentos. Horas convenidas», sigue anunciándose hoy.
Se puede decir que heredó la profesión. Su madre, Teresa, también «hacía señores», expresión muy catalana que Rius prefiere en lugar de la palabra «prostitución», que considera fea y vulgar. Teresa vivió siempre enamorada de su padre, el señor Artigas, a quien Rius aún desprecia por haber sido un vividor. Su tía Conchita, una belleza, hacía que los hombres volvieran la cabeza cuando caminaba por la calle y vestía trajes calcados a los de las actrices de Hollywood. Conchita tuvo un protector que era presidente de una sociedad colombófila y cada domingo por la mañana le enviaba una bandada de palomas para que bailaran ante su balcón.
Rius también comenzó a tantear el oficio de la mano de un protector, a los 15 años, prácticamente púber. Manuel, casado y regente de un importante negocio, le puso un piso. Aún recuerda la impresión que le causó acudir con él por primera vez al Liceo, vestida como una princesa, en un lujo inimaginable para una joven de su edad.
La historia duró cuatro años. Tras la ruptura, la madre de Lydia no tuvo reparos en aconsejar a su hija que también se hiciera señores y la jovencita fue recalando en los mejores clubes de la ciudad: el San Mario, el Mont-real... Recibió muchas ofertas de hombres ricos que querían retirarla, cuenta, pero siempre las rechazó porque no quiso ser plato de segunda mesa. «Nunca sentí la necesidad de vivir con un hombre, y un hombre no me habría cambiado. Jamás. Si volviera a nacer, volvería a escoger esta profesión».
Las anécdotas vertidas en su biografía son inabarcables, trágicas algunas, cómicas casi todas. Porque la señora Rius tiene un maravilloso sentido del humor, descarado y desafiante, pero siempre elegante y hasta recatado. Cuando el cliente no era famoso, lo rebautizaba por su parecido con algún personaje conocido. Casi todos, nombres de Hollywood como buena cinéfila que es. Hubo uno que asumió tanto el mote que cuando llamaba se presentaba directamente como Al Pacino. Luego estaba Montgomery Clift. Y Gandhi...
Su currículo es la envidia de una profesión donde es tan respetada que hasta protagoniza el siguiente refrán, muy usado por las prostitutas de Barcelona: «Rondarás, rondarás, rondarás, y a la señora Rius volverás».
SALVADOR DALI.
Entró en el burdel pidiendo que lo llamaran divino. «Me pareció altanero y arrogante».
ORSON WELLES.
«Vino con un traje azul alpaca lleno de ceniza que le daba un aspecto desaseado»

Lydia Artigas la Señora RIUS


Sra. Rius: "Ir a una casa de citas no supone una infidelidad"

Lydia Artigas, o 'señora Rius', se ha dedicado a la profesión más antigua del mundo y conoce de cerca las excentricidades sexuales de personajes tan famosos como Salvador Dalí o Camilo-José Cela

Vida | 21/02/2012 - 00:04h
El piso de señoritas de la señora Rius
El piso de señoritas de la señora Rius - Lydia Artigas, conocida como la señora Rius, nos abre las puertas del piso donde señoritas 'hacen señores', tal y como ella define el oficio más viejo del mundo. A la vez, nos relata algunas curiosidades vividas con personajes famosos
Neus Palou
La señora Rius, tal y como es conocida Lydia Artigas, se define a ella misma como una mujer de moral distraída.  Lydia  es católica practicante, convergente y del Barça. Empezó a hacer señores a los 22 años y ahora con 72 regenta una casa de citas situada en el Eixample de Barcelona. Ella ha querido trasladar su particular visión de este oficio a su negocio actual: hacer señores con el corazón y con cariño.  Las señoritas que trabajan en su casa tienen entre 25 y 50 años y ella las cita en su piso con los señores. Lydia cree que una mujer solo se puede acostar con un hombre por amor o por dinero.

¿Qué piensa sobre la infidelidad?
Las necesidades de un señor y una señora siempre son diferentes.  Esto de la infidelidad es cuando un señor se complica con otra muchacha. Venir a nuestra casa no es infidelidad, la infidelidad es lo otro, cuando una mujer sabe que un señor está casado se pone con él, le complica la vida, se llaman, quedan fuera,  eso es infidelidad. Lo nuestro no, nunca, yo creo que gracias a nosotras las parejas viven mejor.
¿Por qué empezó a hacer señores?
Porque en nuestra casa casi era una tradición. Yo nací al lado de un mueblé muy importante como era la Casita blanca. Mi madre también hacía señores y consideré que era una profesión que tenía que ejercer. Pensé, como la Escarlata O’hara  en Lo que el viento se llevó, que tenía que hacer señores para no pasar más hambre.
¿Usted sustituyó a su madre?
Sí. Ella no tenía vocación y la responsabilidad de ser el cabeza de familia la quise tomar yo.
¿Cómo fue la primera vez?
Aunque tengo carácter, he sido muy llorona. La primera vez creo que le di la tarde a ese señor, porque me puse a llorar.  Era un señor encantador, se llamaba Carlos y era médico.
¿Es dura esta profesión?
Yo he tenido la suerte que cuando me presentaban un señor pensaba que era un novio que había tenido y que le quería, para mí ese señor no era un desconocido. Eso es muy importante porque para hacer señores una mujer también tiene que tener una cabecita un poco preparada. El sexo del señor y el nuestro es diferente y entonces nosotras tenemos que darle un poco más de imaginación para hacerlo más bonito para nosotras. Si te imaginas que es un señor desconocido que viene a lo que viene la motivación tiene que ser un poco más dura.
¿Por qué habla de hacer señores y no de prostitución?
Porque yo cuando he estado con un señor lo he hecho a mi manera y eso de la prostitución no ha entrado nunca en mi cabeza. Yo no me he sentido nunca como una mujer que se prostituye. Yo al señor que hacía, lo hacía con el corazón, lo hacía porque creía que ese señor también me necesitaba.  
¿Ha estado con hombres conocidos?
Sí. Cuando empecé me llevaron al Hotel Ritz con el rey Faisal de Arabia Saudita.  Uf, a mí eso me pareció como el Harén sublime, pensé que no se podía pedir más.
¿Y algunos famosos que tenían peticiones especiales?
El señor Dalí vino a una casa donde yo hacía poco que trabajaba. Todo el mundo hablaba de un pato y yo pregunté si teníamos que comer, porque no entendía nada.  La encargada de la casa me contó que vendrían unas señoritas suecas muy altas y que yo también iría con ellas porque era alta. A Dalí, le teníamos que llamar el divino y nosotras éramos la corte celestial.  Entonces esas señoritas suecas cogían un pato, una de ellas le cortaba el cuello al pato, el señor Dalí ponía su colita en el ano del pato y se ve que mientras el pato se moría él tenía sensaciones.
Lo del señor Camilo José Cela también tenía su gracia.
Ese señor, de pequeño tuvo problemas porque su madre era muy severa con su institutriz y la reñía constantemente porque se le caían los platos. Se ve que la criatura quedó marcada.  Entonces, lo que le gustaba a él era romper platos. Era de lo más fácil porqué tu no le tenías que tocar, él se masturbaba y no pasaba nada.
¿Cuál fue el momento más difícil de esos años?
Yo aborté en varias ocasiones y, en aquella época, aparte de pensar lo cruel que era lo que estabas haciendo, lo peor era la manera en que se tenía que hacer. No fui tan valiente como para exponer a un hijo a mi manera de vivir. Yo siempre pensé e idealicé  que tener un hijo es algo esperado, algo que quieres y por un accidente de mi trabajo no me pareció correcto.
¿Ha tenido alguna relación de pareja?
Sí, una vez. Estuve con él durante ocho años.
¿Hizo señores estando con él?
¡No! Yo cuando hago señores tengo que tener libertad condicional, como digo yo. Para hacer señores se tiene que estar libre. Cuando quise a este señor me dediqué de lleno a él.  Le quise y creo que es al único hombre que quise de verdad.
¿Cómo ve la prostitución en la calle?
Perjudica nuestra imagen. Yo creo que el sexo solo se puede hacer como yo lo he conocido, que es en una casa.  Si tú estás cómoda, tu manera de hacer también será más favorable. En cambio, si lo tienes que hacer en la calle o en un coche será complicado  y muy incomodo, ¿no?  Nunca he hecho sexo en un coche.
¿Cómo es su negocio actual?
Esta casa funciona con el corazón. Funciona con todas las cosas que conocí tiempos atrás. Por ejemplo, lo de cobrar por adelantado que me parece muy feo. Yo he visto todas las cosas que puedo y no debo hacer. En mi casa ofrecemos la ternura y he tenido la suerte de tener señoritas que son como era yo, afectivas, cariñosas.
¿Usted, a veces, cocina para los señores que vienen a su casa?
Si quieren un bocadillo, lo hago. Si tengo que hacer cuatro kilos de callos, los hago. Hace años un señor se quedó viudo y me dijo: “Lydia, tú que haces la escudella tan bien, me he quedado viudo…” Y yo le dije: “Ven una semana antes de Navidad y te prepararé la escudella, te la comerás aquí conmigo”. Por eso los señores míos son fieles a mi casa durante muchos años.
¿Ha sido feliz?
Sí, todo fue muy bonito, muy agradable y lo volvería a hacer otra vez si volviera a nacer. Sí.
¿Quién es la señora Rius?
Es Lydia Artigas, una señora de moral distraída, una señora que hizo señores en un momento determinado de su vida, de la cual me siento muy contenta y satisfecha.


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domingo, 21 de abril de 2013

la pareja que nos conviene

En 1996, la periodista estadounidense Donna Andersen encontró un anuncio en una página de contactos que cambió su vida para siempre: “Tengo 40 años largos. Me parezco a Sean Connery y trabajo como guionista y productor de películas y series. No tomo drogas, ni bebo. Tengo una hija adulta. Tengo varias carreras pero le hablo a mi perro. No tengo hobbies, sólo me interesa mi trabajo, pero es tiempo para que eso cambie. ¡Ya basta de afligirse!”.
La persona detrás del anuncio respondía al nombre de James Montgomery. Andersen entabló contacto con él y comenzaron una relación amorosa vía correo electrónico. Montgomery le contó a Andersen que tenía una empresa con la que facturaba 3 millones de dólares al año y su propia vivienda. Era australiano pero tenía la nacionalidad estadounidense. Había sido miembro de las fuerzas especiales australianas con las que luchó en Vietnam y fue condecorado con la Cruz de la Victoria, el máximo honor que puede alcanzar un ciudadano australiano. Tras un mes de correspondencia Andersen cayó rendida a sus pies. Se casaron de inmediato.
Montgomery se fue a vivir a casa de Andersen nada más pasar por el altar, explicándole que había tenido un problema con su exmujer y no podían ir a su casa. Instaló su oficina en el sótano. Durante todo 1997 Andersen le estuvo pagando las facturas, mientras su marido estaba constantemente viajando por motivos de negocios.
En 1998 Andersen descubrió que su marido era un fraude. Durante todo el tiempo que estuvieron juntos le había estado vaciando la cuenta: un total de 227.000 dólares. Pero eso no es todo, le había estado engañando con otra mujer y había tenido un hijo con ella. A los 10 días de pedirle el divorcio a Andersen, se casó con su otra compañera. Sólo pasado un tiempo, la periodista descubrió que Montgomery vivía de casarse con mujeres desprevenidas y vaciarles la cuenta.
Huyendo de los sociópatas
Tras repasar la documentación que su exmarido había dejado en su casa, y recibir tratamiento psicológico, Andersen llegó a la conclusión de que su marido era un sociópata: padecía un mal psiquiátrico que lleva a las personas a perder la noción de la importancia de las normas sociales. Se calcula que un 1% de la población sufre este trastorno, que se desarrolla en la adolescencia, y puede agravarse en la edad adulta, llevando a las personas a cometer todo tipos de delitos, en general relacionados con las estafas, la suplantación de identidad y la desobediencia civil.
Tu pareja no tiene por qué ser un sociópata, pero quizá te está engañando y está abusando de ti de una u otra formaTras el fiasco, Andersen decidió compartir su experiencia. Creó la página web LoveFraud, en la que recopila historias similares a la suya, y ha escrito dos libros sobre los romances fraudulentos: Love Fraud y Red Flags of Love Fraud. Andersen es consciente de que sus vivencias son extremas, y no hay tantas personas como Montgomery por el mundo. Pese a esto cree que es fácil caer en una relación que sea un fraude, máxime en el mundo de las citas online. Tu pareja no tiene por qué ser un sociópata, pero quizá te está engañando, no te ha contado todo lo que debería contarte y está abusando de ti de una u otra forma.
En su último libro, Red Flags of Love Fraud: 10 Signs You're Dating a Sociopath, Andersen ofrece diez claves para que descubramos si nuestra pareja es un fraude, algo que, en su opinión, es mucho más habitual de lo que se piensa. Andersen es clara al respecto: “Si tu nuevo romance exhibe algunos de los siguientes comportamientos, sé cuidadoso. Él o ella podría ser un fraude”.
1. Tiene carisma y encanto
Tiene mucha labia y siempre encuentra una respuesta para todo. No se le escapa nada. Tienen una apariencia muy emocionante.
2. Su ego es enorme
Actúa siempre como el más listo, rico y exitoso de la gente que le rodea. Y presume de ello.
3. Es demasiado atento
Te llama, te escribe y te manda correos constantemente. Quiere que estés con él en todo momento. No le gusta que pases mucho tiempo con tu familia o amigos.
4. Tiene una personalidad como la del doctor Jekyll y el señor Hyde
En un minuto te ama, en el siguiente te odia. Su personalidad cambia muy rápidamente, como si apretaras a un interruptor.
5. Culpa siempre a los demás
Nunca hace nada mal, nada es culpa suya. Tiene siempre una excusa para todo. Sus problemas son siempre culpa de alguien.
6. Miente y oculta cosas
Cuando le preguntas sobre su vida pasada, o sobre lo que ha hecho en algún determinado momento que no estabas con él, siempre ofrece respuestas vagas. Miente constantemente, le pilles o no.
7. Mantiene siempre un intenso contacto visual
Tiene una mirada de depredador. Si te entran escalofríos cuando te mira, mejor presta atención, y piensa qué estás haciendo con esa persona.
8. Quiere mudarse muy pronto
Muestra un interés por el compromiso prematuro. Te dice que eres su amor del alma cuando ha pasado demasiado poco tiempo en la relación. Quiere mudarse rápido a vivir contigo o te pide matrimonio demasiado deprisa.
9. Intenta dar lástima
Apela siempre a tu compasión. Quieren que te sientas mal por su infancia abusiva, su ex (que estaba loca), su enfermedad incurable o sus problemas financieros.
10. Desprende un fuerte magnetismo sexual
Si sientes una intensa atracción sexual, si tus relaciones son, además, especialmente satisfactorias, es posible que tu testosterona te juegue una mala pasada y no sepas valorar todo lo que rodea a la persona aparte del sexo. 

sábado, 20 de abril de 2013

PERE ESTUPINYÀ: La Ciencia del Sexo


La ciencia posee explicaciones a casi todo lo que ocurre en la sexualidad. Así lo aseguraPere Estupinyà en su nueva obra, La Ciencia del Sexo, en la que explica cosas del sexo que nunca antes habíamos oído a partir de historias servidas con el lenguaje sencillo por un científico a quien no le gusta "tratar a la ciencia de usted".
La mayoría de parejas sadomasoquistas tienen mejor comunicaciónPara ello, Estupinyà ha vuelto a meterse en el papel de Ladrón de cerebros que adoptó tras su paso por el prestigioso Programa de Periodismo Científico del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), que consiste enadentrarse en las mentes de los científicos más brillantes y compartir con el resto de los mortales lo que hay dentro de ellas.
La idea de este libro surgió de lo que Estupinyà define como 'rascar donde no pica': "indagar en aquellos temas por los que inicialmente no sientes curiosidad para lograr despertarla".

Genéticamente infieles

En su obra, Estupinyà explica que los científicos pueden prever si dos personas que se conocen formarán una pareja estable observando su actividad cerebral, que hay genes específicos asociados a la infidelidad o que las posibilidades de ligar son más altas si tanto chico o chica salen acompañados de una amiga.
También enseña que nuestro comportamiento sexual está dominado por hormonas como la dopamina, la serotonima, las endocrinas o la noradrenalina.
Los hombres que practican sexo tántrico alcanzan orgasmos sin eyaculaciónEllas son las culpables de que un beso de amor nos relaje cuando estamos estresados o de que una mujer se vea mucho más atractiva y despierte más interés en la segunda semana del ciclo, cuando tiene los estrógenos por las nubes que si estuviera en una base con altos niveles de progesterona.
La ciencia ha encontrado respuesta a casi todo lo que nos pasa con el sexo: así, si una mujer difícilmente alcanza el orgasmo durante el coito puede serdebido a que tenga el clítoris muy separado de la vagina, mientras que gatillazos y eyaculación precoz suelen deberse a que los nervios y el estrés ante la excitación pueden bloquearla.
También que la mayoría de parejas sadomasoquistas tienen mejor comunicación entre ellos que las convencionales, o que frecuentar locales de intercambio de pareja suele ser enriquecedor para quienes lo practican.
A Estupinyà otra de las cosas que más le ha llamado la atención ha sido cómo los hombres que practican sexo tántrico alcanzan orgasmos sin eyaculación, las mujeres que llegan al mismo a través del deporte, o los discapacitados que sienten deseo a pesar de haber perdido la sensibilidad en sus genitales.

Enamorarse aporta felicidad

También hay un consenso en torno a la más clásica de las cuestiones: "el enamoramiento correspondido es el estado de máxima felicidad, bienestar emocional y salud física".
Esto es así porque el vínculo con la persona amada nos hace generar en grandes dosis una embaucadora hormona llamada dopamina, que logra que solo pensar en que vamos a verla nos produzca bienestar y motivación, mientras que estar con ella nos cause una absoluta revolución.
Aún así, el autor considera que en la ciencia del sexo "casi todo está por descubrir", y cree que algunas de las áreas en las que hay más desconocimiento son la de los efectos secundarios relacionados con el sexo en los medicamentos, el desarrollo sexual del niño o los procesos que hacen que un pedófilo que convierta en pederasta.